ETA siempre gana

Como en un macabro partido de baloncesto, cuando ETA se queda sin aliento pide tiempo muerto para recuperar fuerzas, amunicionarse, fabricar nuevos zulos y formar más comandos. Luego, sin esperar a que ningún árbitro inexistente reanude el siniestro y tétrico encuentro, encasqueta de súbito nuevos muertos a un inerme y relajado Estado democrático.

Lo hizo en tres ocasiones anteriores y volvió a hacerlo hace dos semanas con el asesinato de Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio. En una lúgubre perversión del lenguaje y de la moral, para los terroristas la muerte de estos dos inmigrantes ecuatorianos se trata sólo un “daño colateral del conflicto” que no interrumpe el “alto el fuego” anunciado en marzo. Su atentado en Barajas sólo fue para ablandar al Gobierno español y facilitarle así sus concesiones a ETA. Vamos: lo mismo que se hace con el pulpo de feria, al que se golpea durante tres días seguidos para hacerlo más digerible.

Con una cínica y repugnante hipocresía, Batasuna transmite ahora sus “más sinceras condolencias” a la familia de las víctimas de “la explosión acaecida”; es decir, como si se tratara de un accidente casual.

Los amigos de los asesinos no son los únicos en liarnos con el lenguaje. ETA ha conseguido confundirnos a todos: hasta a Rodríguez Zapatero, que por dos veces incurre en el lapso verbal de aludir a “trágicos accidentes mortales” en vez de asesinatos.

Es que las palabras dejan ya de tener significado. Hablamos de “conflicto”, en vez de “terrorismo”; de “proceso”, en lugar de “concesiones”, y de lograr la “paz”, cuando se trata simplemente de recuperar el derecho a la vida y la libertad inherentes a cualquier sociedad democrática.
   
Lo siento por el tristísimo espectáculo de Arnaldo Otegi responsabilizando impunemente al Gobierno español del atentado; de Ibarretexe manteniendo a todo trance el “proceso” y rescatando por la puerta de atrás su proyecto de secesión a plazos; de Patxi López cambiando cada cinco minutos de criterio sobre la manifestación de Bilbao, y del PSOE y el PP más pendientes de su conveniencia partidista que del interés general de los ciudadanos.

Mientras tanto, ETA no ha cedido un ápice en sus exigencias.  Es más: en cada nuevo comunicado eleva el listón del anterior, hasta llegar a esa Euskadi independiente y totalitaria, no sé si como la Cuba de Fidel Castro o el Zimbabwe de Robert Mugabe.

En momentos como éstos, uno añora la lucidez de un Mario Onaindía quien reconocía: “Si cuando más luchábamos contra Franco nos hubiesen contado la autonomía que iba a conseguir Euskadi, no nos lo habríamos creído”. Y es que ir sólo un milímetro más allá sería tanto como validar el casi millar de asesinatos de ETA durante estos años.