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Lenguas

Lenguas

jueves 03 de abril de 2008, 18:59h
La Xunta de Galicia se dispone a aplicar, en el ámbito del comercio, la hostelería y los servicios la Ley de Normalización Lingüística de 1999 (aprobada por unanimidad en el Parlamento autónomo cuando gobernaba Manuel Fraga Iribarne). Hasta aquí, si exceptuamos el retraso de nueve años, todo normal. Lento, eso sí. Pero, aunque los vientos protestones vengan más allá de Padornelo, ya tenemos la polémica servida.

Parece que los de la “España una y no cincuenta y una” han tocado a rebato y con perspectiva sino planetaria, sí mundial y bajo palio episcopal, hablan de persecuciones lingüísticas al supuesto modo catalán. “¡Habrá sanciones por rotular en castellano!”, chillan mientras se regodean orgásticamente en el acto del rasgado de vestiduras.

Empecemos pues a negar la mayor tanto en Cataluña como en Galicia. Sus respectivas leyes de Normalización Lingüística, efectivamente, tienen previstas sanciones para quienes, tras reiterados avisos, incumplan lo dispuesto en materia de rotulación y etiquetado de productos. Pero, ¡ojo!, las tales sanciones se imponen no por rotular en castellano, sino por hacerlo sólo en esa lengua, excluyendo la cooficial en el territorio de la comunidad.

Tanto en Cataluña como en Galicia a nadie se le impide rotular y etiquetar en castellano, ni siquiera en urdu, letón o quechua. Lo que se sanciona es el no hacerlo, además, en catalán o gallego.   Nunca un matiz ha sido tan necesario.
Otra cosa es, al modesto juicio del columnista, que ambas leyes de normalización lingüística hayan recurrido a las sanciones (en el caso gallego, además, por una ley promovida por el Partido Popular). Suena a innecesaria melonada en dos idiomas. Eso siendo suaves en el calificativo.

[Inevitable estrambote personal: Desde 1969, el columnista (trilingüe total) no frecuenta comercios, tiendas, quioscos de prensa, librerías, estancos, bares, restaurantes, estaciones de servicio y grandes superficies comerciales en los que, como mínimo, pueda ser atendido en el idioma de su elección: catalán en el Principado; gallego en el lugar de su residencia. Y, de dos años a esta parte, el columnista empieza a reclamar el etiquetado de los productos en ambas lenguas. Y lo hace con idéntico entusiasmo al de los años 80 del pasado siglo -–que no nos acordamos--, cuando empezó a exigir que los manuales de instrucciones de electrodomésticos, aparatos de sonido y de fotografía, viniesen, además, en castellano. Por la cuenta que les traía a los fabricantes los manuales de instrucciones y los cupones de garantía acabaron llegando en castellano. “Polo pan, baila o can”, dicho sea en mi lengua materna y sin traducción, que en castellano también se entiende] 
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