Me ha llamado, desde su cortijo en el Aljarafe sevillano, tío Manolo, el cuñado de mamá. Quería saber si esta mañana hemos cumplido con la tradición de la bendición de animales domésticos y/o pecuarios, dado que hoy es la festividad de San Antonio Abad, patrón de estos seres vivientes. Y, efectivamente, amadísimos, globalizados, megaletileonorizados y bendecidos niños y niñas que me leéis, al mediodía, el capellán de mamá, convenientemente revestido de sobrepelliz y estola, ha pasado por el jardín del palacete familiar bendiciendo convenientemente a Nelson, mi adorado galgo afgano, y a Diablo, Satán y Demonio, los tres rottweilers encargados de la vigilancia casera, además, de hacerlo con otras mascotas del personal e servicio, incluyendo una iguana vegetariana de Abilio, el jardinero (un ecuatoriano con pose de indio quechua, a lo Evo Morales) y a Margarita, la serpiente pitón de cinco metros de longitud, que mi sobrino Luis-Edua se trajo como recuerdo de uno de sus viajes, y que tiene alojada en uno de los cuartos de invitados.
Sí estas criaturitas del Señor, merecen todo nuestro apoyo. Y está bien que, en esta festividad tan entrañable, se les lleve a recibir la bendición divina. Así seguimos el ejemplo de San Antonio, el anacoreta que en su retiro de la Tebaida, veía como los animalillos venían a postrarse a sus pies, acompañándole en sus loas al Creador.
De hecho, a mí, fiel seguidor de las entrañables tradiciones hispanas, se me ha ocurrido, además, que el capellán de mamá, pasase luego a bendecir a nuestros obreros y empleados. Es más, incluso, rindiendo tributo a la modernidad tecnológica, le pedí que, por Internet, bendijese a todos aquellos que trabajan en Diariocrítico.com, a los que mi gran amigo galaico, Antonio Moure de Andrade, llama cariñosamente “animaliños” (calificativo que, por cierto, les va muy bien a muchísimos miembros y miembras de la canallesca, y no quiero citar nombres).
Porque, pequeñines/as míos/as, las criaturas animales necesitan también de la protección divina. Me comentaba este mediodía mi amigo, Elisardo de Serrano, que en su Madrid de socavones y atascos de tráfico, por ejemplo, alguno párrocos advirtieron a sus feligreses que bendecirían animales, siempre y cuando fuesen bichos genuinos, y no figuras de peluche. Que estos tiempos de realidad han llegado hasta eso, hasta que la gente, por seguir el rito, lleven un canguro de peluche, made in China, a que le rocíen con agua bendita.
Claro que, puestos a bendecir animales, tampoco estaría de más que como diez o doce capellanes, por ejemplo, se pasasen por el Congreso de los Diputados y por el Senado, (en las otras autonomías autonómicas de la España multicolor, en sus parlamentos respectivos, deberían hacer lo mismo) para rociar con agua bendita bien cargada de divinidad a todas Sus Señorías. Que buena falta les hace, ¿no?. Sí, ya sé que esto suena a diatriba federicojimenosantera, pero si se bendicen, en la festividad de San Antón, a animalitos supuestamente irracionales, ¿por qué no se van a bendecir, también, a animales supuestamente racionales?. A lo mejor hasta cogían un poco de sentido común.