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Tascón y el general Rangel

Tascón y el general Rangel

lunes 05 de mayo de 2008, 16:17h

El título de la nota se corresponde, no precisamente con la erudición y decoro cultivado por los referidos personajes. Todo lo contrario. En lo sucesivo deben ser referencias obligadas de la sociedad venezolana para entender el siniestro talante de quienes conducen el poder en nuestro país. El primero, con su patibularia lista, puso en vilo a cientos de miles de personas que ejercieron el derecho constitucional de votar libremente. Familias enteras fueron degradadas. Alumnos discriminados de sus escuelas, grupos familiares desalojados de las viviendas que ocupaban; trámites burocráticos de rutina negados; pensiones retenidas; contratos rescindidos; y una interminable enumeración de etcéteras. El asunto se hace más escabroso cuando el Presidente manifestó en una ocasión, con carácter de edicto faraónico: "entiérrese la lista de Tascón, está bueno, pues la misma ya cumplió con su misión". ¿Cuál era su misión?

Ahora, el siniestro personaje, recorre gran parte de los medios de comunicación que antes calificaba de golpista para exponer su prédica "honesta". Dice representar un estatus moral que lo separa de aquellos que desconocen los verdaderos valores revolucionarios de honestidad y representatividad; en consecuencia pone su nombre a disposición de los electores de la ciudad capital para ser elegido como Alcalde Mayor. ¡Mayor cinismo!
El segundo, general en jefe activo, ministro de la Defensa, decidió, después de una profunda reflexión, según sus palabras, acaecida en el 2004, que los militares que se consideran institucionales son unos "burros y cobardes". El brutal apelativo, más allá de una simple expresión en un momento "emotivo" de tan límpido discurso, conlleva un recado claro: "prohibido pensar y disentir pues ello comporta un criterio que condena a quien lo hace. Ser institucional significa pertenecer embrionariamente a una prosapia inferior": por ejemplo a la especie borrica. Ciertamente hay un punto a favor del ministro: quien elija pertenecer a esa ascendencia inferior debe abandonar la Fuerza Armada pues un burro jamás podría manejar un fusil y mucho menos si es un asno cobarde.

Volviendo a la seriedad del asunto, el fondo de la trama es otro. Se está condenando al ciudadano, militar o no, por su trayectoria cívica, por su afirmación a los prototipos del progreso y por hacer uso de los instrumentos cívicos de las verdaderas democracias. En contrario, se está premiando a los transgresores del orden urbano; aquellos que sobreponen su visión sectaria por encima de los intereses patrios. Se intenta desinstitucionalizar el tejido ciudadano para convertirlo en un atuendo para una sola persona.

Miguel Bahachille
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