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Rajoy, no tires la toalla…

Rajoy, no tires la toalla…

jueves 15 de mayo de 2008, 12:25h
Soy de los que piensan –y no creo, desde luego, estar siendo muy original, que digamos-- que a los españoles nos resulta imprescindible contar con un partido de oposición serio, firme, coherente, moderado, independiente de grupos de presión empresariales o mediáticos, que nos defienda de los abusos de un gobierno, cualquier gobierno, que sienta que puede actuar impunemente, dado que nadie, excepto los chicos de la prensa, y ocasionalmente apenas, le replica. Figuro entre quienes creen –y me parece que no soy, ni mucho menos, el único—que el que expongo no es el caso, por un lado, y sí lo es, por el otro; es decir, que no, no tenemos ahora mismo esa oposición seria, firme, etc., y sí, sí tenemos un gobierno que siente que puede –o podría, de quererlo así—actuar con cierta impunidad en cuestiones como la subida de la luz, las mercedes a Don David Taguas o cualquier otro tema que pudiera cruzársele en el camino. Porque, ya digo, al margen de unos cuantos periódicos, tertulianos, columnistas y gacetilleros, ¿quién les va a decir al señor Zapatero y a sus acompañantes en el Ejecutivo que lo están haciendo mal?
 
Me encuentro entre aquellos que consideran –y tengo la impresión de no estar solo en este club—que la cosa es aún más grave. Va más allá de lo que pudieran ser algunas ‘pasadas’ de un gobierno que, por lo demás, hay que reconocer que generalmente –generalmente-- se atiene bastante a criterios de prudencia a la hora de ir demasiado lejos. Pero, con esta oposición que no tenemos –porque ni los nacionalismos lo son propiamente, ni lo es la desmantelada Izquierda Unida, ni son actitudes de oposición política algunas pintorescas salidas de Esquerra--, con este PP paralizado,  ¿cómo renovar los órganos judiciales, cómo emprender reformas acuciantes de la Constitución, con quién debatir cambios necesarios en la normativa electoral? O, peor aún, ¿con qué fuerza abordar una lucha antiterrorista seria, una negociación internacional complicada, cómo afrontar una crisis económica como la que dicen que atravesamos y atravesaremos?
 
Me siento –y, no sé por qué, estoy seguro de que otros como yo andan por la misma senda— un poco indefenso. Percibo que a esta democracia nuestra le falta algo. Y no porque no haya interpelaciones en el Parlamento, o porque –a Dios gracias—todos los grupos se reuniesen en la primera sesión de control de la legislatura para elevar conjuntamente sus voces contra el horror de los carniceros de ETA. No; la unidad (temo que muy provisional) frente al terrorismo es uno de los pocos datos políticamente alentadores que hemos vivido en los dos últimos meses. Lo malo es todo lo demás. Por ejemplo, que los titulares de los periódicos hayan dejado de ocuparse de la acción del gobierno para centrarse, exclusivamente, en las divisiones de la oposición. O que la oposición de la oposición se dirija exclusivamente contra el otro bando del partido de la oposición, ustedes sabrán entenderme, y no contra quien debería dirigirse, que es todo aquello que el gobierno pueda hacer mal, que motivos de inspiración no habrían de faltar, digo yo.
 
Me parece –y me quedo con la sensación de que alguna otra persona ha de andar, como yo, con la mosca tras la oreja—que aquí algunos han puesto en marcha un mecanismo que no es ideológico, sino de poder, para descabalgar a quien hasta ahora, desde 2004, ha venido representando a la oposición, sin haber recibido, hasta que llegó el día 10 de marzo, demasiadas críticas –más bien al contrario-- por parte de los suyos. No voy a entrar ahora en disquisiciones acerca de si mi admirada, aunque haya tantas cosas que no compartimos, María San Gil es parte principal o secundaria de ese mecanismo. Tampoco sabría definir muy bien quién acciona la palanca que mueve tal mecanismo: creo que ni el propio Rajoy, tan desvalido ahora, tiene esa certeza. Pero sí sé, desde hace muchos años, que lo que no está claro es oscuro. Y, como tantos otros, no acabo de ver dónde radican las insuperables divergencias ideológicas, tácticas y estratégicas que ahora hacen que dos bandos, no sé si muy definidos, se enfrenten en el Partido Popular, más allá, claro, de esa cierta desesperante inactivdad silente que parece aquejar al principal protagonista de la tragicomedia, es decir, Don Mariano Rajoy.
 
Por eso, solo por eso, me atrevo a pedir a Mariano Rajoy –y me quedo con la vaga sospecha de que más voces se unirían al ruego—que no se le ocurra tirar la toalla precisamente en estos momentos. Tiene que aguantar –es lo que algunos pretenden que no haga—hasta el congreso que el PP celebrará dentro de un mes en Valencia. De ese congreso saldrá fortalecido, con capacidad para afrontar, con mucha mayor serenidad que hasta ahora, un debate interno acerca de la dureza mayor o menor con la que debe enfrentarse al partido gubernamental. O acerca de sus propias cualidades –en este cuarto de hora no se me ocurre, a título personal, nadie mejor—para liderar la alternativa a Zapatero allá por 2011 o 2012, que largo me lo estáis fiando. Mariano, el de la mandíbula de cristal, tiene, me parece, que aferrarse al palo mayor, atarse fuerte, agarrar el timón y aguantar el chaparrón, que tras la tormenta viene la calma. Siempre ocurre, y no me parece que fuese ahora bueno repetir aquel tristísimo ‘caso Hernández Mancha’, en el que el presidente de Alianza Popular, antecesora del PP, renunció –finales de los años ochenta-- a presentarse a la reelección ante un congreso que se le venía encima con oleaje. Claro que, entonces, quien estaba enfrente era Manuel Fraga, nada menos. ¿Quién está ahora frente a Mariano Rajoy?
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