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Cristina Garmendia: Buena apuesta

Cristina Garmendia: Buena apuesta

jueves 03 de julio de 2008, 19:57h

Cuando fue nombrada en la renovación del Consejo de Ministros tras las últimas elecciones generales, ya recibió una acogida favorable por parte de todos los analistas, lo que resulta especialmente importante cuando fueron muchos los que pasaron como sobre ascuas respecto de otros nombramientos, ante el riesgo de acusación de machismo o cosas parecidas. Es el caso que, considerando que Rodríguez Zapatero trató de constituir un gabinete a su medida y que hay que considerarle una persona inteligente, nombramientos como los de Corredor y Garmendia no solo encajaban en su proyecto, sino que aportaban conocimientos y experiencia en sus áreas, lo que no es tan común en un mundo político en el que predomina el mesomérito o, peor aún, el clientelismo en correspondencia a la adulación.

   Pero si aquí se trae la figura de la ministra de Ciencia e Innovación no es por su pasado científico ni profesional, brillante y exitoso, sino porque en sus primeros pasos por el mundo de la política está dando pruebas de dos virtudes que siempre son escasas por esos pagos: el sentido común y una suficiente humildad, que no está reñida con el empuje y la supremacía. Pero ocurre con frecuencia que las personas mejor intencionadas sumergidas en un medio de admiración, adulación y ambición, experimentan un empuje vertical hacia arriba igual al peso total de admiradores, aduladores y ambiciosos aferrados al núcleo del poder, lo que obliga al sujeto a no perder pie y a afianzarse en principios de contención y autocrítica si no se quiere salir hacia arriba, hacia un mundo irreal..

   La nueva ministra procede de un campo y unas actividades en las que la colaboración es tan importante como la dirección, y donde la evaluación de procesos y resultados es continua. ¿Se podría entender que un científico negara la realidad de su fracaso? Por supuesto que no, aunque se  puede disimular  o camuflar temporalmente. Este contacto con la realidad  y el concurso del grupo, que Garmendia supo poner como uno de su principios rectores por delante de currículos deslumbrantes,  supone un excelente bagaje para afrontar una tarea como es la de la investigación científica y la innovación que, aunque ha ganado en peso relativo y desarrolla buenos programas, resulta deslabazada, iterativa y desconectada entre los ámbitos académicos y aplicativos.

   Una prueba de este nuevo planteamiento lo dejó hace escasas horas en Bilbao, con nulo entusiasmo por parte de algunos nacionalistas que reclaman la transferencia de competencias de I+D a Euskadi. Sin ambages, expuso que sería más interesante para el País Vasco -y hay que suponer que para cualquier Comunidad- reclamar la sede de algún nuevo centro de los que se van a constituir en el C.S.I.C., dentro de la reorganización de sus numerosos institutos, a veces de muy escasa entidad. Su idea de partida con la creación de unas pocas agencias que aglutinen las investigaciones homogéneas o compatibles, la descentralización de algunos de los institutos y la cooperación intensa con los organismos de investigación de la Comunidades Autónomas, son principios de una buena política científica. Veremos si tiene respuesta en el inminente Congreso del Partido Socialista. Sería la mejor apuesta por el futuro.

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