Las campañas del terror

Hay en Chile expertos –y muy expertos- en desarrollar campañas del terror. Coinciden siempre con períodos electorales o pre-electorales y siempre proceden de la derecha. Es difícil olvidar cuando todas las murallas de Chile se cubrieron con grandes carteles que mostraban unos tanques rusos desfilando frente al Palacio de La Moneda. Eso iba a pasar en caso que ganara Allende. Y pasó, pero los tanques fueron chilenos y en La Moneda ya no estaba Allende.

En caso que se fuera del poder el dictador Pinochet, Chile caería en el caos. Y así, cada vez que se avecina un proceso electoral o un cambio importante, la derecha desempolva sus viejos estandartes publicitarios y amenaza a los chilenos con las peores catástrofes.

Ahora agita simultáneamente dos campañas del terror: por la crisis económica y por la violencia delictual. Tanto es así, que el candidato-empresario se da el lujo de comparar a Chile con Colombia. ¿La receta colombiana? Según él, muy fácil: militarizar los sectores populares y combatir sin tregua al narcotráfico.

No vale la pena detallar que la situación de Colombia es diametralmente opuesta a la de Chile. El territorio nacional colombiano está dividido y hay áreas extensas en las que no rige la soberanía del gobierno central, sino que la voluntad de otras autoridades insurgentes. El nivel de corrupción alcanza al Poder Ejecutivo, al Legislativo, al Judicial y a extensos sectores militares y policiales.

Pero con liviandad, el empresario y candidato nivela ambas realidades. Sólo porque le interesa aportar en la campaña del terror que está en sus inicios en Chile, en vísperas de la contienda electoral para los comicios municipales. Votante asustado, según ellos, es votante ganable para la derecha.

Un país al borde del precipicio a causa de la delincuencia o de la crisis económica, necesita una mano firme, una conducción autoritaria. Es decir, a un derechista en la cima de la pirámide del poder político, porque en el campo de la economía y las finanzas, ya está.

De allí que sean parte, también, de esta campaña, los titulares escandalizados de El Mercurio que denuncia la amplitud del pacto político entre la Concertación y el Partido Comunista. Desde mucho antes que se materializara, el diario ya lo anunciaba y lo daba por hecho. Su propósito queda en evidencia con las palabras del nuevo presidente de la UDI, Juan Antonio Coloma: “Hoy en gran parte de Chile votar por un candidato DC es igual que votar por uno comunista”.

Se dirige a una gran masa innominada de individuos temerosos, que han sido avasallados por la propaganda de la derecha y que podrían cree que el peligro para la democracia no es la derecha, la única en Chile que ha gobernado mediante la fuerza y el terror, sino que el Partido Comunista.

Lo grave de estas campañas es que no se dirigen sólo contra un partido o contra un gobierno, sino que pueden acabar por erosionar las instituciones de la democracia. Tanto amenazar con el derrumbe del sistema político acabó, en 1973, con el fin de la democracia. Las condiciones sociales y políticas son ahora muy distintas, pero los dirigentes políticos tienen sobre sus espaldas la gran responsabilidad de defender lo que tenemos y lo que se ha conseguido tras el término de la dictadura pinochetista.

Aunque, bien pensado, muchos dirigentes de la derecha política chilena estuvieron con el ex dictador y en el fondo de sus corazones capaz que sientan algo de nostalgia por aquellos tiempos en que la disidencia era expulsada al exilio, llevada a una prisión o simplemente eliminada.

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Leonardo Cáceres
Periodista