El futuro está en el pasado

La llamada “gripe española” que se llevó al otro barrio en 1919 al barón Mark Sykes, autor del acuerdo Sykes-Picot, que desmanteló el imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial, puede ayudarnos a entender lo que ocurre hoy en nuestro país.

El diplomático británico, cuyo cadáver reposa en el pequeño cementerio de la iglesia de Santa María de Sledmere, en el condado de Yorkshire, fue víctima de aquella pandemia mundial con sólo 39 años, y ahora unos científicos quieren exhumar su cadáver cuyo ADN puede tener una estructura genética similar a la de la gripe aviar, porque tienen la esperanza de que su ataúd haya permitido conservar el virus de aquella gripe y su análisis podría ayudar a desarrollar nuevos fármacos para prevenir una posible pandemia moderna.

¿A que esta historia mola? ¿A que si echamos a volar la imaginación podemos conocer el origen de algunos de los problemas que hoy en día padecemos? ¿A que si los científicos investigaran el ADN de algunos de nuestros más preclaros dirigentes entenderíamos por qué actúan de una forma tan inexplicable?
¿A que podemos recuperar la confianza en la humanidad encontrando explicaciones del presente en acontecimientos que ocurrieron en el pasado?

De antiguo se viene diciendo que “el burro – es decir, el hombre- es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, pero esa sentencia es tan inútil como cualquier otra palabra que solo sea capaz de describir los errores que cometen los que se creen los más listos del pueblo, porque son incapaces de reconocer la estupidez que les adorna.

No es por señalar, pero buscar en el ADN de los antepasados de quienes en el mundo de la empresa, la política, algunas organizaciones o en el “supuesto pensamiento” oficial  hoy nos quieren dar lecciones de todo, nos ayudaría a ser más tolerantes, a comprenderlos, a no echarles la culpa de su herencia genética.

Tal vez nos está pasando lo que debía pasarnos  y nadie podía evitar. Hace mucho tiempo que el químico belga Ilya Prigogine habló de la teoría del caos, y sinceramente creo que es el momento de empezar a hacerle caso.