Cansadas y despechadas, las estatuas se largaron

Nadie sabe cómo ni cuándo las estatuas y las palomas se las arreglaron para abrir las puertas del depósito donde estaban almacenadas supuestamente hace más de un año, se montaron en un tractor, y se largaron a un lugar más fresco. Lo que sí se sabe hoy es que las estatuas no sufrían por estar escondidas, pues no se dejaron ver de nadie en su escape espectacular. Nadie sabe tampoco nada del tractor que las custodiaba mejor que el SPI, mientras estuvieron encerradas en el depósito.

La investigación se topará con silencios sepulcrales, más por indiferencia e ignorancia que por delito, porque las estatuas nunca levantaron un ¡oh! de aprecio o de admiración estética, y sus labios de bronce no emitirán el más leve quejido, ahora que se libraron de la frialdad de los panameños y pueden disfrutar entre ellas y su tractor redentor, sin la apatía de las miradas desinteresadas u hostiles de los transeúntes.

Tal vez sus progenitores, en un acto heroico de reparación a los ultrajes sufridos por las metálicas criaturas, las dejaron ir a cumplir otros destinos más útiles. El bronce fue la primera aleación de importancia obtenida por el hombre, definiendo el período prehistórico conocido como Edad de bronce. Sus aplicaciones incluyen partes mecánicas resistentes al roce y a la corrosión, instrumentos musicales de buena calidad como campanas, gongs, saxofones, y se la utiliza así mismo para fabricar cuerdas de pianos, arpas y guitarras. Durante milenios fue la aleación básica para la fabricación de armas y utensilios, y orfebres de todas las épocas lo han utilizado en joyería, medallas y escultura.