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El cambio climático y la historia del continente, claves de la evolución

domingo 21 de septiembre de 2008, 13:07h
Un trabajo coordinado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) muestra cómo la historia geológica de Sudamérica y los cambios climáticos han sido decisivos en la evolución de sus especies.
El equipo de científicos se proponía poner a prueba en Sudamérica la teoría de Elizabeth Vrba, según la cual los cambios climáticos han sido esenciales en la evolución de los mamíferos. Los datos obtenidos no sólo la refuerzan, sino que además aportan interesantes matices. Según ha dicho Manuel Hernández Fernández, coordinador de la investigación, “los resultados apoyan en gran medida la hipótesis y, por tanto, la idea de que los cambios climáticos del pasado jugaron un papel fundamental como determinantes de la evolución de los mamíferos”. Y añade: “La única diferencia que hemos encontrado es que la historia del continente tiene también una influencia clara en cómo se ha producido la generación de especies en Sudamérica”.

Cada 100.000 años aproximadamente, y con independencia de lo que pueda influir la acción humana, se da un cambio de ciclo en el clima global, en forma de aumento o descenso generalizado de las temperaturas. Este cambio, originado por las variaciones en la órbita terrestre y en la inclinación del eje del globo, es el causante de los períodos glaciales e interglaciales que se suceden en la historia de la Tierra. Según Hernández: “Esto produce que las poblaciones de mamíferos que habitan los climas más cálidos, o los más fríos, según el momento del ciclo, se fragmenten. Cada vez que esta fragmentación de poblaciones se prolonga durante un período de tiempo lo suficientemente largo, se generan nuevas especies”, con lo que estos ciclos contribuyen de manera fundamental al proceso evolutivo.

También la historia geológica del continente tuvo sus repercusiones. Sudamérica estuvo completamente aislada de cualquier otra tierra desde la era Mesozoica, cuando hace unos 130 millones de años se separó de África. Su unión con Norteamérica, hace entre dos y tres millones de años, provocó un gran intercambio de fauna que alteró el rumbo evolutivo de las numerosas especies autóctonas que se habían desarrollado de manera aislada durante más de cien millones de años.

Los investigadores han encontrado que los mamíferos ungulados (aquellos que caminan apoyándose sobre el extremo de sus dedos, como el ciervo, la llama o el guanaco) están en Sudamérica menos especializados de lo que sería previsible. Y los científicos lo achacan a que todas las especies actuales de ungulados sudamericanos son descendientes de ancestros que llegaron cuando se produjo el contacto con el continente norteamericano. En aquella época el istmo de Panamá actuó como un filtro ecológico que favoreció la llegada de especies generalistas. A esto debe unirse que, dado que se trata de habitantes recientes de los ecosistemas sudamericanos, a estos linajes “todavía no les ha dado tiempo a especializarse”.

Otra aportación del trabajo de los científicos españoles ha sido la diferencia encontrada entre el comportamiento evolutivo de grandes y pequeños mamíferos. “Los grandes se ajustan perfectamente a la hipótesis de Vrba y los cambios evolutivos que sufren frente a los cambios climáticos son fácilmente detectables. Los pequeños, sin embargo, están más especializados de lo que sería previsible según esta hipótesis, o al menos es lo que ha detectado el estudio”. Los pequeños mamíferos se reproducen más rápidamente y habitan normalmente áreas más reducidas, por lo que se adaptan con mayor rapidez a los cambios en su hábitat y desarrollan en relativamente poco tiempo altos grados de especialización.

En cuanto a la relación de este descubrimiento con la situación actual, Manuel Hernández afirma que la teoría “no es extrapolable, ya que las escalas de tiempo son diferentes. Sin embargo, sí es interesante tener en cuenta estos descubrimientos para desarrollar mecanismos de conservación de áreas más que de especies. El cambio climático tiene una repercusión muy importante no para una especie, sino para todas las que habitan un espacio determinado. Esto a nivel científico ya está claro, pero falta que se desarrollen planes de conservación integrales, no sólo de especies, sino también de áreas”.

El trabajo, publicado en la revista BMC Evolutionary Biology y coordinado por Hernández, ha sido elaborado por Ana Moreno Bofarull, del Hospital Universitario Ramón y Cajal, y Antón Arias Royo, de la Universidad Autónoma de Madrid, en colaboración con Edgardo Ortiz-Jaureguizar, la Universidad de la Plata, en Argentina, y Jorge Morales, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC). 
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