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Manzano, el olvidado

lunes 22 de septiembre de 2008, 11:11h
A cambio de reyertas políticas y desacuerdos ostensibles, el congreso que los populares de Madrid han celebrado durante el fin de semana sólo podía responder a una estrategia común: la unidad. Corren tiempos en los que Rajoy no puede permitirse alegrías discrepantes, y mucho menos en Madrid, que es la joya de la corona. A Gallardón no hizo falta decirle dos veces que la imagen de este congreso debía ser la del abrazo de Vergara; en versión moderna, el abrazo Aguirre-Gallardón, sin que se notara mucho que por dentro era el abrazo del oso.

Todo eso está bien de cara a la galería; es más, resulta necesario, pero de ahí al paripé que se montó, al pasteleo con exhibición pública, va una larga distancia, tan larga como la que hasta entonces les había separado a los dos. Está bien para la foto el beso cálido, la sonrisa franca, el apoyo incondicional, todo con el fin de que se hablara del congreso y no de lo que les separa, pero se pasaron un poco en la escenificación.

Gallardón que recibe a Aguirre enarbolando, casi agitando, el cartelón del “SI” a su reelección como presidenta; después, el secretario regional del partido, Francisco Granados, que tantas diferencias y discrepancias tiene con el alcalde de Madrid, y que para abrir boca en el congreso, dijo, ni más ni menos, que Gallardón es el mejor alcalde que ha tenido Madrid en su historia. Y se quedó como si hubiera dicho algo cierto. Yo no me atrevería a decir quién ha sido el mejor alcalde de esta ciudad, y he conocido por oficio y hasta por cercanía a los diez últimos, Gallardón incluido, pero sí digo que Alvarez del Manzano fue quien rompió la hegemonía de la izquierda en el Ayuntamiento, que ganó tres elecciones consecutivas por mayoría absoluta, y hubiera ganado una cuarta, si Gallardón no llega a aparecer en la órbita de Aznar.

Estoy hablando de un gran gestor, moderado en el gasto público, fiel y disciplinado con su partido y que nunca provocó ningún desencuentro institucional. Quizá entretenido en gestionar los intereses de los madrileños, pasó en silencio por los cenáculos del poder y por los pasillos de las intrigas, y como el que no llora no mama, o el que no mete ruido no existe, a Francisco Granados se le olvidó que Manzano fue alcalde de Madrid durante doce años y prefirió citar a Gallardón como el mejor alcalde en la historia de nuestra Villa y Corte.

Ya sé que esto formaba parte del abrazo de Vergara, pero es que el apretón fue tan exagerado que Gallardón casi se asfixia de gozo. Y el alcalde respondió como debía, lanzándole a Aguirre todo un ramillete de piropos, ensalzándola como la mejor, y eso sí, comprometiéndola a que su apoyo es vital para llevar a Mariano Rajoy a la Moncloa. Día de vino y rosas, de sonrisas sin lágrimas, de adhesiones inquebrantables en el congreso del pasteleo.
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