Franco, visto a vuelapluma por su hija

Por otro parte hay algunos lapsus, como cuando Carmen comenta del joven Adolfo Suárez: “Prácticamente se puede decir que Carrero Blanco, cuando muere Herrero Tejedor en el accidente de coche, le dijo a mi padre de poner a Suárez. Y sí, le pareció bien. Pero no llegó a tener trato casi con él. No lo consideraba mucho” ( pag.109).

Carmen, y los autores no la corrigen, se equivoca: Carrero no le propuso el nombre de Suárez Franco tras la muerte de Herrero Tejedor como ministro secretario general del Movimiento. Fue Franco quien directamente decidió que le sustituyera José Solís. Y Adolfo Suárez sería delegado del Gobierno en Telefónica, cargo que no tenía por qué despachar con el jefe del Estado. Hay también descuidos como atribuir a Carmen Franco la maternidad de “dos chicos y cinco chicas”, ( pag. 554) cuando son tres y cuatro. 

Los lapsus no son graves, al igual que lo que se cuenta no revela más allá que la visión intimista de una hija. Pero los autores deberían haber trabajado más en la relectura de galeradas y cotejo de datos.

Hay asuntos que llaman la atención, como que Franco se considerara dictador y que su mujer le pareciera bien el calificativo. Claro que, como dice su hija, sirvió de manera  militarmente relevante en la dictadura de Primo de Rivera y estaba encantado con el sistema.

El libro se lee con interés y ayuda a recordar la historia franquista de una manera muy fácil, con formas absolutamente divulgativas y de manera lineal. No obstante hay reiteraciones de temas y situaciones, e incluso de opinión de la protagonista. Los comentarios de Carmen Franco se insertan de forma intermitente en esa historia, a modo de parecer sobre lo que se cuenta de hechos y personas. Hay recuerdos más claros y con frecuencia otros deslavazados e inútiles, aunque dan continuidad al sencillo relato.