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Tú y la muerte

martes 24 de marzo de 2020, 17:34h

La muerte está hoy muy presente. Siempre lo está, es cierto, pero nos hemos acostumbrado a vivir en este mundo tontotorrón de RRSS en el que no hay ni ayer ni mañana, solo un presente continuo y plasticoso en el que coexisten dos generaciones de Eloi -los humanos del futuro que encontrara George Wells subyugados por los Morlocks-, que no distinguen un huevo de un virus y para quienes la muerte es una cosa de “boomers”. Y lo malo de vivir alelados por el presente es, precisamente, estar alelados: los milennials ni saben ni entienden ni comprenden el pasado y sus lecciones y ni saben ni entienden ni comprenden si son capaces de proyectar un futuro al que determinar con la planificación; solo viven un presente permanente sin redención, así que o lo hacemos los "boomers" o están jodidos.

Pero no son solo estos chicos en proceso hacia la adultez que nunca alcanzarán; están también los ilusos de toda laya. Seamos claros: creer que vamos a tener verano es de tontos; creer que la liga se va a reanudar este año es de algo peor y que los padres esperemos que el cole vuelva en 2020 y nos libremos de los invasores caseros, esos adolescentes insoportables o esos niños con TDH sin diagnosticar, es solo frotar la lámpara esperando que salga un genio gordo y burlón que nos saque las castañas del fuego. No va a ocurrir. El curso, la EBAU (selectividad) y los trimestrales de la ESO están finiquitados. Asumámoslo como padres o forofos: no va a haber liga ni eurocopa ni mundiales ni JJOO . Crezcan y maduren, güevones.

Hace varios años que científicos, periodistas y empresarios (Dr. Leung, Stephen Petranek, Bill Gates…) vienen avisando que la mayor amenaza de la humanidad es, justamente, una pandemia vírica. Es más que posible que ésta no sea ni remotamente la Gran Pandemia y sí solamente un aviso, un simulacro para que aprendamos qué, cómo y cuándo hay que hacer.

Muchos piensan que ya está, que pasados estos quince días adicionales de prórroga en España todo estará exorcizado. Pero no será así: hay que tener en cuenta varios factores. Uno de ellos, y no el menor, es la mutación del virus. Otro es la segunda oleada de ataque y otro es la insuficiente repuesta generalizada y la diferente respuesta organizada de los países afectados. Véanse África o Latinoamérica: va a ser un desastre.

A día de hoy, México está en peligro porque está en manos de un imbécil que nos pone en peligro a todos porque es como el leproso medieval que ha perdido la campana. O Trump, del pelo de Bush jr. que afirmó que el mejor método para acabar con los incendios era cortar árboles, que cree de verdad que hay que dejar el virus campar a sus anchas porque los más fuertes sobrevivirán y los sistemas inmunitarios se fortalecerán. Si Justiniano I en el siglo VI, ¡hace quince siglos!, hubiera pensado igual que estos lerdos toda Europa habría muerto infectada de peste y a ellos los habría descubierto el mitológico Preste Juan.

El virus mutará porque es su condición y de normal mutará hacia una versión más agresiva de sí mismo: si nos defendemos contra él, sus descendientes serán más fuertes, igual que los mosquitos con los insecticidas. En la carrera a largo plazo ganaremos los humanos, pero la segunda ola, en unos meses, matará a mucha gente en todo el mundo y nos enviará a la prórroga por penaltis con medio equipo infectado.

Quedan las bolsas de miseria que durante dos siglos hemos construido los occidentales del hemisferio norte, europeos y norteamericanos básicamente: África, Asia, Latinoamérica. Ver imágenes de países de estas zonas hoy es para echarse a llorar. El hacinamiento carcelario, la insuficiencia sanitaria, la falta de agua corriente, la convivencia de familias larguísimas, la falta de conocimientos, la existencia de barrios ilegales en las bocanas de los colectores o el exceso de fe en bobadas -Dios, sahumerios, santería...-, forman polvorines que estallarán en cualquier momento. Su población se verá demediada en los próximos 24 meses y aquellos que sobrevivan portarán versiones mucho más potentes de un virus realmente mortal. Si crees que esto acabará pronto es que eres un ingenuo.

Sigamos así, pues, preocupados por el valor del oro, del barril de petróleo o del índice Nikei los más viejos, y del selfie más cool los bobalicones del siglo, del tamaño y forma de su barba los más “moernos” de la ciberesfera, de la heteropatriarcalidad los más contagiosos de la tontería y de su ombligo todos los menores de 30, y no habrá quién cure la pandemia de su generación.

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