Las mujeres no tienen Panteón que las acoja

Muy al contrario que en ediciones pasadas, el Día Internacional de las Mujeres, que se celebrará pasado mañana (otrora rodeado de escándalos y desencuentros, pero otrosí de grandes esperanzas) parece que este año se presenta un poco como de puntillas, “tout doucement, sans faire de bruit”, que diría Yves Montand en Les feuilles mortes. Diríase que la tan controvertida amnistía, y quizá aún más las mascarillas, convertidas ahora en cascada de escándalos, han actuado de silenciador de la efeméride; algo difícilmente justificable, porque nada indica que la situación de la mitad de la población, injustamente discriminada, haya cambiado sustancialmente.

Por citar un pequeño puñado de datos escogidos muy a vuela pluma, en 2023 hubo 53 feminicidios, que además dejaron un dramático rastro añadido de 56 huérfanos, el más alto de la historia desde que se tienen registros; los delitos sexuales aumentaron casi un 12% cobrándose una víctima cada 2 horas; la libre difusión y acceso a vídeos que muestran vejaciones y torturas a mujeres y niñas, siguen siendo exitosos en las redes; la brecha salarial, sigue abierta entre hombres y mujeres; y la escasez de estas en puestos de liderazgo empresarial, científico o académico continúa siendo reseñable.

Eso sí, el largo y bravío temporal del lenguaje inclusivo se ha convertido en auténtico tsunami, por mucho que la RAE haya expresado su rechazo a: “… usos ajenos a la práctica de los hablantes que conculcan las normas gramaticales”, y añadido que los cambios más en boga se hayan hecho sin consultar con ellos: “… y sin tener en cuenta sus puntos de vista, cuando no despreciando abiertamente sus criterios”.

En realidad, estamos en lo de siempre, porque ya se sabe que una cosa es predicar y otra dar trigo, y que el papel de BOE, y no digamos su edición electrónica, lo resiste todo. De tal suerte y por citar un ejemplo, el de 20 de octubre de 2022 se publicó la Ley de Memoria Democrática, que entró en vigor al día siguiente, y que entre otras muchas disposiciones recogía el cambio de nominación para el Panteón de Hombres Ilustres (bellísimo monumento de estilo neobizantino, anejo a la Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha y a unos 900 metros de la estación de ferrocarril de Atocha) por el de Panteón de España, que, dice su página Web tiene como objetivo: “… mantener el recuerdo y proyección de los representantes de la historia de la democracia española y de aquellas personas que hayan destacado por su labor en defensa de la convivencia democrática, la paz y los derechos humanos, así como el progreso de la ciencia o la cultura”. Y ha de suponerse que entre estos próceres de alta calidad o dignidad también ha habido mujeres, que para algo se habrá quitado el “hombres” a los ilustres acogidos en el mausoleo.

Pero resulta que dentro de esa amplia panoplia de méritos y circunstancias, en el año y medio transcurrido desde entonces, ni reposa, ni de momento se aguarda la presencia y memoria de mujer alguna, a pesar de las solemnes palabras que en la presentación de la norma legislativa pronunció la entonces vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo: “Nuestro país tiene un Panteón de Hombres Ilustres y solo ese nombre es definitorio de que hay mujeres invisibles, ajenas a los proyectos independientes de sus vidas”.

Pero el caso es que el Panteón español, muy al contrario que sus homólogos europeos, sigue huérfano de personajes femeninos y sin que hayan llegado a mis oídos (bien es cierto que ya bastante deteriorados), propuestas claras para desfacer el entuerto.

En la madre de todos los “panteones” (voz derivada de la griega pántheion, que significa “de todos los dioses” y que el Nuevo Régimen reconvirtió en grandes hombres “reconocidos por la patria agradecida”), Le Panthéon, sito en el corazón del Barrio Latino de París, (donde el pasado 21 de febrero entró el primer español, Celestino Alonso, fusilado a la edad de 27 años en Mont Valérien el 21 de febrero de 1944, tras combatir al fascismo en España y al nazismo en Francia), hay monumentos funerarios o cenotafios dedicados a 75 hombres y 6 mujeres, las cuales representan un exiguo 6%, del total, que no es que sea para tirar cohetes, pero que menos da una piedra y da un cantazo.

La primera en ostentar tal honor fue, allá por 1907, Sophie Berthelot, notable química francesa, aunque no por sus méritos científicos, sino como “homenaje a su virtud conyugal” en su condición de esposa del también químico e historiador Marcellin Berhelot, quien, antes de morir, dejó bien claro que ambos: “… no podrían estar separados más en la muerte de lo que habían estado en al vida”. La segunda, Marie Curie, ya hizo su entrada, en 1995 y 88 añitos después, por exclusivos méritos propios, como primera mujer que ocupó un puesto de profesora en la Universidad de París, descubridora de los elementos radioactivos, del radio y del polonio, así como la única persona que hasta el presente ha recibido dos premios Nobel en distintas especialidades científicas.

En febrero de 2015, se produjo una entrada femenina por duplicado de dos heroínas de la resistencia francesa contra el nazismo: la etnóloga y Premio Pulitzer de 1947 Germaine Tillion, y la superviviente del campo de concentración de Ravensbrück, activista por los derechos humanos y primera mujer en recibir la Gran Cruz de la Legión de Honor, Geneviève de Gaulle-Anthonioz.

El quinto lugar de la honorífica lista femenina lo ocupa Simone Veil, superviviente de Auschwitz, feminista y activista a favor de los derechos humanos y contra la pobreza, jurista responsable de la despenalización del aborto en Francia y presidenta del primer Parlamento Europeo, quien entró al Panteón en julio de 2018.

Cierra la antedicha media docena, la bailarina, cantante, actriz, primera vedette internacional, espía francesa contra la Alesmania nazi y activista por los derechos de las personas negras Joséphine Baker, quien entró en el Panteón, el 30 de noviembre de 2021, en un ataúd a hombros de seis portadores sin restos de la finada o cenotafio, que, no obstante, contenía puñados de tierra de cuatro lugares que marcaron su vida: Saint Louis, Missouri, donde nació; París, donde alcanzó fama internacional; de los jardines del Château des Milandes, en el Departamento de la Dordoña, del que fue propietaria y habitual residente; y de Mónaco, donde acaeció el fin de sus días.

Por citar algunos otros monumentos similares, en la Basílica de la Santa Croce de Florencia reposan los restos de la gran pintora y retratista Ida Botti y de la poeta Fortunata Sulgher, mientras que en la londinense Abadía de Westminster, lo hacen los de la filántropa Angela Burdett-Coutts, quien gastó la mayor parte de su riqueza en becas y donaciones, y los de Beatrice Webb, la economista y socióloga que impulso los derechos laborales.

Pues eso, que para celebrar el Día Internacional de las Mujeres, el próximo viernes, se agradecería que nos llegara alguna noticia sobre la inminencia de alguna presencia femenina en el Panteón de España.