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Un país raro

Un país raro

viernes 06 de junio de 2008, 18:35h
Cada vez viajo menos y, pese a Internet, desconozco el diario acontecer de los piases limítrofes. Pero aquí ocurren cosas raras, cosas que uno no termina de entender del todo aunque la edad te da ya una cierta experiencia y el dulce escepticismo te sitúe en el arcén de la vida y no en plena carrera.

"Lo del TC es una vieja historia, el ejemplo de lo que nunca debió pasar en una democracia"

Este es un país raro donde un presidente de federación echa por las malas al entrenador de la selección de baloncesto que cuenta con el respaldo de los jugadores y la afición y encima ha sido campeón del mundo y subcampeón de Europa. Y el tipo de la Federación va y le echa y se queda más ancho que largo. Y no pasa nada. Y mientras, otro presidente de otra Federación, en este caso la de Tenis, permanece en su cargo contra la voluntad reiterada y manifestada por escrito de todos los grandes tenistas españoles y, no contento con que le dejen quedarse un rato más, porque le han hecho prometer que se va en cuanto pueda (que cosa tan indigna, por Dios, permanecer de esa manera) se dedica a mandar mensajes telefónicos como un adolescente o el novio despechado de una petarda del corazón.

   Si la cosa se quedase ahí, en el tenis, el baloncesto o el fútbol, pues el déficit de dignidad no dejaría de ser más que una molesta anécdota preocupante. Pero es que -otra vez- tenemos movida en el Tribunal Constitucional, esa institución tan hermosa en la teoría como lamentable en la práctica gracias a la inestimable colaboración de los partidos políticos cuyo apetito de poder es definitivamente insaciable y lo controlan todo, lo dominan todo, lo vigilan todo. Legislar, lo que se dice legislar, legislan poco; pero en este país no se mueve ni una sentencia ni un trasvase si no lo permiten los partidos directa o indirectamente.

Lo del TC es una vieja historia

   Lo del TC es una vieja historia, el ejemplo de lo que nunca debió pasar en una democracia recién nacida pero pasó: desde el principio la absolutamente necesaria independencia del Poder Judicial se vio castrada por los intereses de los partidos y el escándalo por el voto de calidad de su presidente, García-Pelayo, contra RUMASA, no fue más que el inicio de un declive difícil de enmendar a estas alturas.

   Personalmente no creo que el revuelo que ahora se ha organizado por una conversación telefónica de la presidenta del TC, doña Emilia Casas, sea gratuita ni responda a otras cuestiones que no sean político-partidistas; el Supremo ha archivado el asunto y con razón. ¿Por qué entonces tanta conmoción? Pues porque este es un país raro; en otro, en una sociedad moderadamente seria, una de dos: o no habría habido revuelo o la presidenta hubiera dimitido y punto. Aquí, ni lo uno ni lo otro. Aquí todos hablan según les conviene pero no mueven un dedo para intentar ordenar el desorden: ni el PP da un paso para la renovación de las instituciones ni el Gobierno parece tener la menor intención de despolitizar el Poder Judicial. Y lo malo es que eso pasará siempre, porque los dos grandes partidos no van a renunciar a algo tan conveniente como es tener asegurado por mayoría -o voto de calidad-  la tercera pata del sistema democrático.
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