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Crítica teatral

Ambición y sangre en el Matadero

viernes 06 de junio de 2008, 18:21h
Las naves del Español en el Matadero, uno de los escenarios más versátiles con que cuenta la ciudad, se llenan hasta el 10 de julio de traición, sangre, culpa y ambición en la versión que Carles Alfaro ofrece de "Macbeth Lady Macbeth".
Tras dos días de preestreno, el pasado jueves y con un público formado en gran parte por compañeros de la profesión -desde Charo López a Verónica Forqué- pasando por dramaturgos como Antonio Gala,  se estrenaba en las Naves del Español la versión de esta tragedia escrita en 1606 por Shakespeare y adaptada en esta ocasión por Carles Alfaro y Esteve Miralles quienes parecen haber cambiado algo de la fuerza del original por un  acercamiento al espectador del siglo XXI .

Lo primero que hay que decir es que este espacio escénico que ya dejó ver sus posibilidades en junio de 2007 cuando abrió sus puertas con la obra el 'Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny', de Bertolt Brecht y Kurt Weill, muestra gracias a la escenografía del propio Alfaro unas posibilidades ilimitadas como la doble altura, láminas de agua, profundidad y escenarios auxiliares que envuelven al público, apoyados por una iluminación bien adaptada a la narración.

Lo segundo destacable, y no por ello menos importante, es la fuerza de la interpretación de Francesc Orella que en el escenario es el rey, no sólo en su papel de Macbeth, sino entre sus compañeros de reparto. Orella recrea un personaje poliédrico, atraído por la ambición, indeciso ante el horror y finalmente sumergido en el mismo en una carrera sin final que le lleva a creerse inmortal.

Frente a esta magnífica interpretación, Adriana Ozores, en su papel de Lady Macbeth, mantiene un pulso que alcanza su culminación en determinados momentos como cuando incita a su marido a romper las barreras de su ambición o cuando, sonámbula, se hace portavoz de la cruel  realidad en la que se hallan inmersos   El resto, Victor Valverde, en el papel del buen Duncan;  Vicenta Ndongo en el del cruel Sargento, quizás necesitado de más frialdad sanguinaria; Carlos Heredia en el de un espléndido Banquo; Andrés Herrera en el de Macdyff; Jorge Suquet en el de Malcom; David de Gea como Fleance e Iván Gisbert en el de guardia, arropan una versión,  que se aparta del original para ser más atractiva a los ojos de un público menos acostumbrado de lo que debería al repertorio clásico.
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