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Obama: compartir el poder

Obama: compartir el poder

jueves 06 de noviembre de 2008, 20:27h
La primera intención una vez conocido el triunfo electoral de Obama fue dejar pasar el extraordinario acontecimiento, comentado por todas las voces y plumas del mundo. Nada nuevo se podía añadir –pensaba- a lo que ha llenado todos los medios de comunicación de análisis, profecías y aventuradas prognosis sobre la nueva etapa que se inicia para los Estados Unidos de América y para el mundo. Sí que quiero dejar bien claro que el triunfo demócrata y de su líder, cierra una etapa ominosa de la política americana dirigida por el presidente Bush y abre una puerta a la esperanza de todo el mundo. Esperanza de momento, porque la gravedad de la situación a la que ha llevado el encadenamiento de errores económicos, estratégicos y  de compromisos, exigen un largo período de rectificación y reposición de la desastrosa política seguida en los últimos años.

    Pero expuesto lo que antecede, parece necesario indicar lo que a juicio de un observador pertinaz de la política debe señalarse como una de las ideas matrices sobre las que construir el futuro de la política americana de los próximos ocho años, de momento, porque es dudoso que el partido republicano levante cabeza en el tiempo que resta hasta las próximas elecciones presidenciales. Hay una coincidencia total en la necesidad de restaurar la confianza en el mundo financiero, en favorecer la transparencia de los grandes movimientos de capitales, en la regulación de unos mínimos para ese escurridizo mundo, en la extinción o regulación estricta de los paraísos financieros…; existe igualmente consenso en la precisión de una nueva normativización del F.M.I. y del Banco Mundial o de otros organismos supervisores, existentes o de nueva creación; tampoco hay duda en la necesidad de impulsar mediadas que corrijan las escandalosas diferencias de rentas entre los pueblos y entre los distintos estratos de población, aumentados con la mundialización económica, o la urgente necesidad de afrontar las necesidades energéticas y frenar el cambio climático.

Sin embargo se quiere resaltar aquí el mensaje que reiteradamente envió Obama en su larga campaña electoral, aunque fue poco explícito en cuestiones concretas : Los Estados Unidos no pueden organizar unilateralmente la política y la economía mundiales, interferir con procedimientos tortuosos en las actuaciones de otros países y, menos aún, crear o fomentar situaciones para justificar la inadmisible doctrina de la agresión preventiva. El multilateralismo o, si se quiere llamar así, la dirección cooperativa de los grandes asuntos mundiales o regionales, tiene que ser la directriz de la nueva política exterior norteamericana, que encontrará una excelente acogida después de varios años de desprecio o desinterés por los problemas que no afectaban directamente a los objetivos políticos de la actual administración norteamericana  y de los lobbies que la influían.

    La elección de Barack Obama, va a marcar en todo caso una sustancial inflexión en la sociedad americana, en la asunción de los cambios que se han operado en los últimos años, en una concepción más abierta y realista sobre el papel de esa gran nación en el mundo. Pero, aparte de los efectos en el orden interno, va a suponer una renovación de sentimientos democráticos y hasta éticos. Esa es la esperanza que todo el mundo desea que se materialice.
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