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Corbacho, de apagafuegos

Corbacho, de apagafuegos

viernes 03 de septiembre de 2010, 13:54h
No es casual que Celestino Corbacho quiera volver a Cataluña precisamente en el momento en que más chirría el engranaje de las relaciones entre el PSC y el PSOE. Y tampoco es casual que a Corbacho se le ocurra ofrecerse cuando hace semanas que se sabe que su cabeza será sacrificada en la primera crisis de gobierno. La reforma laboral y la huelga general del 29 encontrarán en él a la víctima propiciatoria.

Corbacho representa dentro del socialismo catalán una aportación importante de la mano de obra política importada. Nacido en Extremadura encontró un hueco en la política municipal como exitoso alcalde de l’Hospitalet y como presidente de la Diputación de Barcelona. Su ascenso a ministro fue una sorpresa. En su caso no era una patada hacia arriba ni una manera de amortizar su plaza, sino el premio a una fidelidad.

Y es que el ya ministro cesante a voluntad propia representa las esencias del socialismo español incómodo con las derivas excesivamente catalanistas de ciertos compañeros de partido. Hay que remontarse al congreso de fusión del socialismo catalán, hace más de 30 años, para entender las renuncias mutuas que subscribieron unos y otros. Felipe necesitaba asegurarse los centenares de miles de votos del sector trabajador catalán y Joan Reventós, Obiols, Serra y Maragall le aportaban la patena catalanista, que no nacionalista. Un cóctel perfecto que ha garantizado la hegemonía socialista en las elecciones generales y en las municipales. El problema es que el PSC ha tropezado ocho veces –tantas como elecciones autonómicas ha habido en Cataluña- en las elecciones catalanas por antonomasia.

El esquema de granero socialista para Felipe o para Zapatero se pone en cuestión cuando Maragall –y después Montilla- acceden a la presidencia de la Generalitat impulsados por dos partidos catalanistas, Esquerra e Iniciativa. La necesidad de defender la institución obliga a algunos amagos de independencia dentro de las filas socialistas que, aunque no creíbles, han trascendido a la opinión pública. Ahí es un terreno donde Corbacho ha tenido que tomar partido: o con el PSOE o con el PSC. Siendo ministro de España y por su talante personal no era previsible que hiciera las maletas y se viniera para Cataluña.

Ahora, a las puertas de unas elecciones que Montilla todavía no convoca, el día después entra en escena. Si Montilla pierde, nada asegura que se mantenga en su escaño, esta vez como líder de la oposición, y su posición como primer secretario quedará debilitada. ¿No será que Corbacho se postula como el relevo? Ya hace algunos años alguien desde Madrid acarició la idea de reconstruir la federación catalana del PSOE si el matrimonio se rompía en algún momento. Corbacho era el nombre sugerido para esta tarea. ¿No será que Corbacho viene de apagafuegos para evitar que una eventual renuncia de Montilla entregue el partido al sector más catalanista?

Habrá que seguir los movimientos de estos meses: a qué viene, si va en la lista del Parlament y en qué lugar, qué pasa con Montilla y con el partido… Dejar de ser ministro para hacer de diputado en Cataluña no cuela, excepto que ciertamente tuviera la soga en el cuello.


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