Por supuesto pienso que es necesario que los periodistas puedan preguntar en las ruedas de prensa, pero también creo que con eso no basta. Muchas veces los periodistas no hacen las preguntas que una sociedad crítica exige. Por tanto, sí a las preguntas de los periodistas, pero también que ellos estén a la altura del periodismo crítico necesario.

Creo que el ejemplo de que después de cuarenta años de democracia estemos debatiendo la posibilidad de conocer en qué viajes gastan el dinero público los cargos es una prueba de la ausencia de transparencia.

Por el medio hecho de existir nadie ataca la libertad de expresión. Pero si pocos medios acaparan las licencias, sirven a los intereses de grandes accionistas, necesitan quedar bien con los anunciantes para ingresar el dinero de su publicidad, pueden mentir impunemente sin ninguna regulación que garantice una información veraz y no garantizan el acceso a los diferentes colectivos sociales y opiniones, entonces ellos son los que impiden la libertad de expresión. Los medios son un poder, y como cualquier poder debe estar regulado por la ciudadanía a través de legislaciones democráticas.

Sin ninguna duda, el problema es que, hasta hace poco, esa casta no se seleccionaba por ningún tipo de mérito, sino por su sumisión a directivos de medios o empresas que estaban detrás.

Alguno no, varios. Por ejemplo aceptar que las noticias fuesen el resultado de fuente informativas interesadas, es decir, motos que nos vendía alguien. Otro pecado, actuar mediante rebaños, todos íbamos al mismo acontecimiento sin la audacia de pensar en que un acontecimiento diferente pudiese darnos una buena historia. En cualquier caso, el periodista era un simple operario manejado por las empresas, no tenía mucha capacidad de intervención, pero también es verdad que no siempre se rebelaba.

Me temo que las tertulias no tienen mucho que ver con el periodismo. Una cosa es la presencia de un periodista especializado en un tema concreto cuando se vaya a tratar, y otra muy diferente es colocar tipos ocurrentes que saben decir titulares y que aparentan que saben de todo. Muchas veces es un empobrecimiento de la televisión y de la política. No obstante creo que en los últimos años ha mejorado la pluralidad de los contertulios en algunos debates, aunque no gracias a los periodistas.

Los medios públicos son fundamentales. Es verdad que nuestra experiencia es que no siempre han sido independientes del gobierno o partido gobernante, pero no por ello vamos a renunciar a unos medios públicos con los necesarios mecanismos de pluralidad y control democrático. La información es un derecho y el mercado privado nunca garantiza derechos, es mentira que los privados puedan ser independientes, son mucho más dependientes de los intereses de sus dueños que los públicos de los políticos gobernantes. Por otro lado, no debemos olvidar los denominados medios cooperativos, comunitarios o sin ánimo de lucro, gestionados por colectivos sociales con el apoyo de los poderes públicos y con total independencia de los gobiernos. En América Latina, ese tipo de medios tienen un tercio de las licencias de radio y televisión. En España, no solo no les dan licencias, sino que les prohíben facturar más de 50.000 euros al año si son radios o cien mil si son televisiones.

La prensa de papel se ha dedicado a apostar por la superficialidad, la inmediatez y la brevedad. Y, claro, eso lo hacía mejor internet sin que el lector tuviese que esperar al día siguiente, bajar al quiosco y pagar. De modo que el futuro, en mi opinión, de la prensa en papel es apostar por una prensa que quizás no deba ser de frecuencia diaria, con reportajes en profundidad, con contexto, antecedes, que interprete los asuntos complejos, que disponga de tiempo para contrastar y consultar todas las fuentes y actores necesarios. Contra un modelo así, ni internet ni la televisión podrán competir.

No se trata solo de Venezuela, sino de las medidas que se están adoptando en muchos países de la región como Ecuador, Argentina, Bolivia, Brasil. Algunas de esas medidas consisten en que las licencias de radio y televisión se reparten en tercios al Estado, la empresa privada y las asociaciones sin ánimo de lucro. Que se aprueban leyes que garanticen que las informaciones sean veraces, que no se mienta. Que se sancionen los contenidos sexistas, racistas o discriminatorios. Que se impida que pocas empresas puedan acaparar la mayoría de los medios de una región o sean de capital extranjero y puedan afectar a los intereses nacionales. Que sectores muy interesados como los bancos o los cargos políticos puedan ser dueños de las empresas de comunicación. A mí medidas de ese tipo no me parece que sean ninguna censura. Censura es que solo dos grupos empresariales controlen el panorama de todas las televisiones privadas de ámbito nacional en España.

Es una incógnita fundamental. Cada uno lo está intentando a su manera, yo no tengo la respuesta, pero sí quisiera aprovechar para señalar que el nuevo periodismo, independiente de grandes accionistas o de bancos acreedores, no condicionado por poderosos anunciantes, necesita del compromiso y el apoyo de los lectores. Necesitan que entendamos que hay que pagar a un periodista para que vaya a Ucrania o Siria a contarnos lo que pasa, para dedicar tres días a un buen reportaje, para leerse todos los días el BOE. Si no apoyamos ese periodismo no hay otra opción de información decente para conocer el mundo.

Creo que deben ser muy audaces, son malos tiempos, pero también hay nuevas expectativas. Hace veinte años los periodistas podían tener una cómoda nómina, pero tenían que hacer lo que les encargaban unos tipos con corbata que salían a media mañana de la reunión del consejo de redacción. Ahora, hay formatos mucho más cooperativos, donde de forma colectiva se deciden contenidos, se proponen ideas, se buscan historias diferentes de las oficiales y dominantes para logra algo original. Creo que ahora se está recuperando esa cosa tan bonita del periodismo de aprender a saber dónde hay una buen historia, que nunca es en una nota de prensa ni en una rueda de prensa ni en las declaraciones de un poderoso.

Algunos de los elementos de la crisis del modelo actual de periodismo son de origen tecnológico: internet, sobredosis de información, nuevas tecnologías de uso mayoritario. Pero otros elementos suceden porque el capital que invirtió en medios de comunicación, al igual que hace en el capitalismo avanzado con tantos sectores, lo hizo para especular, como en un casino (puntocom, inmobiliarias). Cuando no funcionan los medios el capital se va y el medio colapsa, los directivos multimillonarios quieren seguir cobrando lo mismo, su modelo informativo siempre estuvo al servicio de los que le pagaban y ahora descubren que ya no hay sitio para ellos. Afortunadamente está surgiendo otro periodismo, ese ya no funciona ahora, ni antes tampoco servía.

Los medios han fagocitado la política, las instituciones, los liderazgos sociales... Hoy es más importante diez minutos de intervención en televisión que media hora en el Parlamento. Eso es una perversión que debemos enfrentar, no podemos dejar la democracia en manos de los micrófonos o las cámaras de televisión. Mientras eso est´´e así, los políticos solo pensarán en actuar en función del poder mediático porque es el que decide su futuro. Creo que ellos también son víctimas.

Un gobierno de Podemos o de cualquier otro gobernante que lo quisiera hacer. Bastaría con prohibir la mentira, garantizar la pluralidad dando la voz a quienes pueden explicar lo que sucede allí, obligar a la veracidad de los contenidos. Pero para eso hace falta que los dueños de la información no sean las empresas hidroeléctricas, telefónicas, editoriales, petroleras, etc... que tan molestas están con las medidas sociales y de recuperación de sus recursos naturales de los gobiernos de esos países

Muchas gracia a todos los lectores y a Diario Crítico por el interés en mis opiniones, me han parecido interesantísimas las preguntas. Algunas han sido respondidas a través de otras similares, me temo que alguna otra no haya podido ser atendida por falta de tiempo. Ojalá haya otra oportunidad.