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Entrevista a Bernardo Pérez Andreo, doctor en Teología y director del departamento de Filosofía y Sociedad del Instituto Teológico de Murcia

'Abogo por una ética de óptimos: mínimos sociales y máximos personales'

"Abogo por una ética de óptimos: mínimos sociales y máximos personales"

martes 22 de marzo de 2011, 16:20h
Nacido en Nimes por casualidad histórica, si eso existe, he venido a ser teólogo por formación, filósofo por necesidad y profesor por vocación. Esta triple condición me lleva a interpretar la realidad de forma holística e intentar plasmar eso por escrito: este blog es uno de los frutos. Doctor en Teología. DEA en Filosofía. Profesor Titular de Teología. Coordinador del Máster en Teología. Director del Departamento de Filosofía y Sociedad del Instituto Teológico de Murcia. Como escritor es autor de diversos libros, como “La verdadera religión. Intento de Hume de naturalizar la fe”, “Globalización en perspectiva cristiana”, “Descodificando a Jesús de Nazaret”, y su última realización, “Un mundo en quiebra. De la globalización a otro mundo (im)posible”. En las siguientes líneas, este joven profesor, pero maduro pensador, nos va respondiendo a diversas cuestiones de actualidad de nuestro mundo, desde la perspectiva de un teólogo del S.XXI. -El mundo actual ha apartado casi todo lo que represente “hecho religioso”, y con ello lo teológico. ¿Qué misión tiene en nuestro mundo un teólogo? -La misión esencial es realizar la inteligencia de la fe. Eso ha sido así siempre, el problema es que la inteligencia de la fe debe ser encarnada, se hace en un momento concreto de la historia y a ese momento hay que responder. Hay un chiste que dice que un teólogo es quien responde a preguntas que nadie se hace. Esto es lo que hay que evitar. Hay que intentar responder las preguntas que el mundo de hoy se hace, y responderlas desde la fe. En el siglo XIII, Santo Tomás respondió a las preguntas del mundo tardomedieval y lo hizo desde la propia tradición, pero atendiendo a la novedad que supuso Aristóteles. Hoy hay que responder al mundo globalizado en descomposición desde la tradición de Jesús de Nazaret. En mi caso, he intentado hacerlo en dos obras. El año pasado publiqué Descodificando a Jesús de Nazaret (Irreverentes, Madrid 2010), donde quiero recuperar el impacto que la vida de Jesús provocó en el mundo antiguo. Este año acabo de publicar Un mundo en quiebra. De la globalización a otro mundo (im)posible (La Catarata, Madrid 2011), donde analizo la descomposición del mundo globalizado y las posibles salidas, también la cristiana. -¿Filosofía o Teología?, ¿Por cual de estas disciplinas se inclinaría para reflexionar con el mundo y desde el mundo? -Son imprescindibles ambas, pero faltan las Ciencias, tanto las naturales como las sociales y humanas, porque el mundo actual es un mundo que habla un lenguaje científico y la Ciencia es la base de donde partir. Se trata de hacer un discurso que tenga presente lo que las ciencias actuales nos aportan, valorando su aportación y siendo crítico con sus propios límites, en el sentido kantiano del término. Pero, por otro lado, hay que articular un discurso con la filosofía, que sigue siendo compañera de viaje (no sirvienta que decía San Pedro Damián) de la teología. Creo que la teología hoy puede aportar un punto de referencia para la reflexión filosófica. En el mundo germano y anglosajón no desprecian las aportaciones de la teología, saben muy bien que los problemas de la teología son problemas de la humanidad y no meras elucubraciones de desoficiados. La culpa de esta consideración tan peyorativa en España la tenemos los teólogos. Durante muchos siglos nos dedicamos a darle vueltas a cuestiones sinsentido como el sexo de los ángeles, por poner el caso extremo. -¿La Iglesia Católica es la única vía de salvación? -El tristemente famoso adagio Extra Ecclesiam nulla salus, ha sido muy mal comprendido y peor aplicado. En cualquier verdad, y esta lo es, hay que tener muy presente el contexto en el que se dijo. San Cipriano se lo decía a aquellos cristianos que habían abandonado la Iglesia por miedo a la persecución imperial en el siglo III. En aquel contexto tenía pleno sentido: se creéis que abjurando de vuestra fe os vais a salvar, estáis equivocado, pues fuera de la Iglesia sólo está el Imperio romano. Esta expresión, después, ha sido utilizada contra los herejes y contra todos los que no pertenecen a la Iglesia y ahí pierde su sentido y su contexto. Pero, el problema fundamental no es la compresión de la salvación, sino la comprensión de la Iglesia. La Iglesia, según el Concilio Vaticano II, es sacramento universal de salvación, por tanto, lo importante es la salvación, no la Iglesia. Yo reformularía el adagio de esta otra manera: Extra salutem nulla ecclesia, fuera de la salvación no hay Iglesia. -¿Qué le ofrece actualmente el cristianismo al hombre de hoy? -Yo creo que lo mismo que siempre ha ofrecido: sentido y orientación. Sentido para la propia vida y orientación en medio de un mundo en constantes cambios. Pero lo más valioso es el Evangelio vivo que es Jesús de Nazaret. La Palabra de Dios que se ha hecho humildad, servicio, entrega y misericordia, hasta el punto de ser uno de tantos que fueron ejecutados por el Imperio romano. Pero su vida y su palabra dieron y dan esperanza ante el sufrimiento y el mal que vivimos en el mundo actual. Sin embargo, algo estamos haciendo muy mal cuando el mundo de hoy, en buena medida, no quiere recibir esto tan grande que nosotros ofrecemos. O no sabes ofrecerlo o no ofrecemos lo que es en verdad el Evangelio. -¿El Vaticano II: la última frontera?, ¿o acaso haya que ir a otro concilio? -El Concilio no ha sido puesto en práctica en un 80%, por tanto no sería necesario otro Concilio. Creo que el Concilio era algo tan grande que a muchos les ha dado miedo. Les ha dado miedo tomar en serio sus propuestas y volver a una Iglesia peregrina, sin ningún poder y con mucha humildad. En todo caso, no se trata de hacer concilios sino de vivir una Iglesia Conciliar. Decía Juan Crisóstomo que la Iglesia tiene nombre de sínodo, es decir, concilio, porque ser Iglesia es serlo en comunión y sólo puede haber comunión bajo el amor y el diálogo, nunca bajo la imposición de las opiniones propias. Ahora bien, a mí sí me gustaría una especie de gran Concilio de todas las iglesias en el que se busque lo esencial del Evangelio para un mundo en quiebra como el actual. Sería el Concilio segundo de Jerusalén, en recuerdo de aquél primero en el que Pedro, Santiago y Pablo se pusieron de acuerdo para organizar la misión del mundo helénico. -La nueva evangelización que pretende la Iglesia, ¿cree que podrá hacerla en la habitual pretensión jerárquica-clerical? -Si entiendo bien la pregunta no. Creo que la nueva evangelización sólo podrá realizarse cambiando la perspectiva. Hasta ahora han fracasado todos los intentos de organizar desde arriba. Todo acaba en grandes campañas y poca gente trabajando mucho y “quemada”. No, la nueva evangelización debería estar en consonancia con una nueva forma de organizar la iglesia, en conciliaridad, en comunión desde abajo. -En Sudamérica ha habido un avance de las Iglesias protestantes. ¿A qué cree que se debe? -Es sabido que el avance de las iglesias protestantes en América Latina fue provocado por el informe que Rockefeller realizó para el presidente Carter en 1978. En él se decía que el gran freno a la hegemonía estadounidense en América Latina era la Iglesia católica y proponía como medio para acabar con su poder la financiación de misioneros USA de iglesias protestantes para que quitaran parroquia a la católica. Y así fue, 8.000 misioneros financiados por la Fundación Rockefeller y amparados por el gobierno de Reagan, invadieron América Latina y frenaron la fuerza de la Iglesia católica. A la vez consiguieron una pérdida de la concienciación de las mayorías pobres y eso aumentó la hegemonía de las empresas estadounidenses. Las iglesias evangélicas, principalmente, no tienen el nivel de conciencia social de la Iglesia católica, se dedican al asistencialismo, algo a lo que la Iglesia católica quiere volver ahora. -¿El Ecumenismo es posible más allá de las Iglesias cristianas? -Propiamente hablando, el ecumenismo sólo puede ser entre iglesias cristianas. Oikumene es una palabra que designaba a las iglesias cristianas en el mundo antiguo. Pero, yendo más allá del significado preciso de ecumenismo y entendiéndolo como un diálogo entre religiones que pueda llegar a algún tipo de unidad, hay que decir que este diálogo es imprescindible, pero que no puede basarse en la búsqueda de una unidad doctrinal sino de acción. Lo verdaderamente importante es la acción conjunta para la búsqueda de la paz y la justicia en el mundo, no tanto las cuestiones doctrinales que, en todo caso, son secundarias. Paul Knitter habla de la necesidad de avanzar hacia un nuevo paradigma, el teocentrismo en el diálogo interreligioso, saliendo del paradigma cristocéntrico y del eclesiocéntrico. Dios sería aquello que nos une a todos los creyentes del mundo. Sin embargo, esta visión de Knitter se queda corta. Los budistas, por ejemplo, no entrarían en esto y los agnósticos y ateos tampoco. Yo creo que lo que nos une a todas las religiones y a todos los hombres es la búsqueda de la salvación para la humanidad, es, por tanto, el paradigma soteriocéntrico, la clave para el diálogo entre las religiones. -¿Cómo dialogar desde el cristianismo con el Islám? -Todo dependerá del Islam con el que queramos dialogar. Con los fundamentalistas no cabe diálogo, sin embargo, hay un Islam aquí mismo, en España, con gente como Mansur Escudero, con el que no habría ninguna dificultad. Se puede seguir los mismo criterios que he expuesto arriba: soteriocentrismo, aunque con los musulmanes podemos coincidir también en cierta imagen de Dios, como Clemente y Misericordioso, que es lo más importante del Islam. -¿Un cristianismo meramente espiritualista, reducido al ámbito de la privacidad doméstica, sería traicionar a Cristo? -Ni soporto ni acepto ese lenguaje que aplica términos como traición o desagravio.  Lo único que puede ofender a Cristo es el daño infligido al hermano, pero le ofende porque el victimario se convierte en víctima de su odio, egoísmo o vanidad. El cristianismo ha de ser espiritual en grado sumo, porque sólo en el Espíritu de Cristo entregado por los hombres el cristiano puede ser tal. Eso no hay que confundirlo con espiritualismo privado e individual, como es vivido en buena parte de occidente el cristianismo. Privatizar la religión cristiana es quitarle su fuerza salvífica. -¿Cómo articular la fe mayoritaria en una sociedad plural y oficialmente aconfesional? -La única posibilidad es el respeto mutuo entre el Estado y la Iglesia y la colaboración en aquellos puntos comunes. Si se distinguen las esferas no hay problema. El problema está en que la Iglesia quiera imponer una forma de entender la sociedad, su misión es exponer su pensamiento y practicarlo en sus comunidades, o que el Estado quiera intervenir en aquello que es propio de la Iglesia. -¿En España, acaso está ganando terreno público el laicismo? -Lo que es realmente preocupante es que la Iglesia esté tomando un partido tan evidente ante cuestiones que dentro de la misma Iglesia están en discusión. El laicismo, distinto de la laicidad, es el resultado del clericalismo previo. Ahora estamos pagando los excesos y las rémoras de nuestro pasado reciente. Esos laicistas extremos, que tanto resquemor presentan contra lo católico, se formaron en su mayoría bajo el clericalismo anterior. Personalmente no me preocupa el laicismo, creo que es una batida más del péndulo de  nuestra historia. Hay que dejarlo pasar. -¿Está de acuerdo con Adela Cortina, en una ética de mínimos para el ámbito social?, o ¿cree que debe imperar la moral católica, dada la mayoría sociológica católica? -Respecto a la propuesta habermasiana de Cortina, creo que puede ser útil como un mínimo social al que atenernos. En una sociedad laica no puede imponerse a nadie más de lo que son los mínimos sociales que se expresan en los decálogos internacionales de derechos humanos y en la Constitución política del país. Pero el problema está en que aplicar al ámbito personal una ética de mínimos puede llevar a crear ciudadanos mínimos, por decirlo así. La ética mínima es adecuada para el ámbito social, pero para el ámbito personal necesitamos una ética de máximos. Las éticas de máximos en lo social pueden degenerar en totalitarismos; la ética de mínimos personal disminuye al ser humano. Yo abogo por una ética de óptimos: mínimos sociales y máximos personales. En estos últimos, la Iglesia tiene mucho que decir. -En su libro sobre la globalización hace una crítica al planteamiento económico, político y financiero de la globalización. ¿Realmente piensa Vd. que estamos manipulados por el gran poder económico mundial? -No es que estemos manipulados sino que el modelo economicista de la globalización capitalista se ha colado en nuestra forma de ser. La sociedad consumista, y esto no deja de ser un oxímoron, convierte a la persona en mónada independiente y sin relaciones con el resto de la sociedad. El hombre postmoderno ha sido desustancializado, nadificado, llevado a un extremo en el que lo humano, que es social y comunitario, se pierde en la vorágine del consumo y el marasmo de las imágenes publicitarias. Las estructuras económicas del capital financiero manejan la economía por medio de las bolsas de valores y de las instituciones internacionales. Los estados se encargan de hacer el trabajo sucio, como cuando hay que bombardear un país para asegurar el petróleo o hay que controlar a la población mediante las fuerzas de seguridad. El mundo entero se ha convertido en un gran casino donde los que manejan el dinero juegan sin cesar para ganar más y más a costa de lo que sea. El poder financiero es el dueño del mundo y mueve sus hilos a su antojo. Es interesante ver el documental escarizado recientemente Inside Job, es una buena explicación de los últimos tres años. -¿Quizá a esto se referiría Juan Pablo II al hablar de las “estructuras de pecado”? -El término lo acuña el anterior Papa y es bastante adecuado. Aunque él lo aplicó en la guerra fría, hoy podría aplicarse a las instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio (yo les llamo la Malísima Trinidad) que se encargan de estructurar el mundo de modo que se perpetúe la estructura de generación de riqueza para unos pocos y miseria y hambre para la mayoría. Eso son estructuras que generan el pecado a nivel global, por eso son estructuras de pecado. El pecado personal no puede explicar el mal global. Estas estructuras de pecado, a las que hay que unir las bolsas de valores, permiten que 1200 millones de hijos de Dios vivan en hambre crónica, mientras 1200 seres humanos poseen, según Forbes, el 60% de la riqueza mundial. -¿Considera que hay una ilegítima práctica de las finanzas a nivel internacional? -Totalmente. Cuando en el año 2008 se hunde Wall Street, los capitales financieros emigran a la bolsa de materias primas en Chicago y especulan con los cereales en todo el mundo. Compran todo el cereal que pueden y esperan que suba de precio para ir vendiéndolo poco a poco. Esto provocó que en un año se pasara de 850 millones de hambrientos a 1200 millones. Si el precio del trigo se multiplica por dos, los pobres pueden comprar la mitad. La especulación es el corazón del sistema financiero mundial y eso es un crimen en sí mismo. El capitalismo está podrido en su raíz, que no es otra que el antiguo seréis como dioses del Génesis. -¿Cree que detrás de ello están instituciones como el “Club Bildeberg”, o la “Trilateral”? -Esas instituciones se han quedado un tanto anticuadas. Tras la caída del mundo multipolar en los ochenta, en Estados Unidos aparece una nueva forma de ver la política internacional que quiere eliminar cualquier oposición al gobierno mundial de USA. Es lo que se llama el New American Century, el Nuevo siglo americano, en referencia al siglo XXI. Bush hijo es el representante de este movimiento que consiguen poner como presidente de Estados Unidos. Desde 2001 se desarrolla una destrucción sistemática del mundo multilateral en el que esas instituciones como la Comisión Trilateral, el Club de Bildelberg o el Club de Montevideo, tenían sentido. Ahora no necesitan esconderse para organizar el mundo. Lo vemos todos los años en Davos, donde se reúnen los más ricos e importantes para hablar de la economía mundial sin ningún recato. Todo lo que proyectan se cumple. -Realmente esto plantea que domina la economía a la política. -Por supuesto, ya lo dijo Marx y tenía razón. Quien lo niegue tendrá que explicar cómo funciona el mundo. Desgraciadamente, la economía gobierna el mundo y, dentro del mundo económico, las finanzas. Y eso es un problema, porque la economía debería ser un instrumento para satisfacer las necesidades de la humanidad y no un instrumento para el enriquecimiento de algunos. La tiranía de la economía en todos los niveles nos lleva a una situación paradójica en la que los medios gobiernan sobre los fines. -Incluso Vd. apunta a una “nueva esclavitud”. -Sí, el proceso que estamos describiendo necesita de un ser humano reducido a una única dimensión: su ser necesitado. El hombre postmoderno de las sociedades enriquecidas muere de hambre, de hambre de cosas, de los gagets sociales de la tecnología informacional. El hombre actual está siendo conducido a ser un mero autómata, un apéndice de los instrumentos tecnológicos. Alguien debería hacer una nueva Tiempos modernos, de Chaplin. -¿Qué valor profético tiene el Evangelio en esta realidad económicamente injusta? -El Evangelio nos da las pistas de salida: la pobreza, como elemento fundamental para salir de esta situación; servicio y entrega a los demás; y renuncia a todo aquello que nos esclaviza. -¿Considera que la Doctrina Social de la Iglesia está al día, y ha desarrollado toda su potencialidad científico-evangélica? -Creo que la DSI había llegado a un punto de crítica del modelo social imperante muy interesante. Desde Quadragessimo Anno, pasando por Pacem in Terris y llegando a las tres encíclicas de Juan Pablo II, se había pergeñado un análisis crítico del modelo capitalista de desarrollo desenfrenado y búsqueda del lucro a toda costa. Aunque no terminaba de llegar al corazón perverso del capitalismo, que es sistema productivo, esencialmente inhumano, sí se había dejado claro que el capitalismo es un sistema, no el sistema, y además un sistema a superar. Con la encíclica social última ha habido un giro que a mí me parece problemático. Al leer la encíclica da la impresión de que el capitalismo no se cuestiona y sólo se cuestionan algunos de sus excesos. Esto es, en sí mismo, algo difícil de aceptar. El capitalismo tiene su base en la reducción del hombre y la naturaleza a factores de producción, es decir, la Creación se convierte en instrumento de enriquecimiento y el hombre un mero ser productor. En el sistema productivo capitalista, el hombre pone el valor y este le es enajenado y se le opone como algo distinto a él y poderoso. Para la concepción cristiana del mundo y del hombre, el trabajo es el valor principal en el ámbito económico, porque el trabajo es la exposición del espíritu humano en el contexto social y con el mundo natural, y esto no ha quedado nada claro en la última encíclica. -¿Cree que falla algo en las instituciones educativas del entorno eclesial, cuando pese a formar a elites empresariales, nuevos directivos, profesionales de alto nivel, sin embargo no hay una auténtica cultura empresarial y profesional cristiana? -Yo creo que esas instituciones funcionan como caballos de Troya. En medio de la Iglesia han introducido el pensamiento productivista y economicista neoliberal, aunque lo hayan remozado con un barniz cristiano, separando la producción y la distribución de la redistribución, algo así como una socialdemocracia cristiana. Pero no cuestionan el modelo y pueden hacer decir al magisterio eclesial que cierto lucro es necesario. No, el lucro es el motor que conduce al suicidio al sistema económico y a la destrucción del planeta. Conceptos como responsabilidad corporativa nada dicen cuando se trata de ganar dinero. Poderos caballero es, como sabemos. -¿Y en el ámbito político, qué posición es más afín al creyente cristiano, la izquierda o la derecha? -Hay un pensador capitalista, Daniel Bell, recientemente fallecido, que decía que él era socialista en lo económico, liberal en lo político y conservador en lo cultural. Aunque no comparto esta posición, sí creo que esta mezcla puede ser sabia. Slavoj Zizek dice de Chesterton que es un conservador inteligente y eso es lo importante, la inteligencia a la hora de ver el mundo. Derecha e izquierda son determinaciones dentro del capitalismo. Un cristiano debe posicionarse claramente contra el capitalismo y eso se puede hacer dentro y fuera de esas posiciones. Por ejemplo, en Estados Unidos se calificaría de derechas ciertas posiciones anticapitalistas. En España, los más capitalistas son muchos de los que se llaman de izquierdas. Yo me he encontrado gente inteligente en ambos bandos, pero hay que salir de esto. Es lamentable ver a gente defendiendo lo indefendible sólo porque su partido lo hace, no es de recibo, hay que ser libres e inteligentes. -De hecho, experiencias sociales y de comunicación como la red de prensa católica o importantes proyectos cooperativistas de economía social, se han ido perdiendo en el ámbito próximo a la Iglesia. ¿Acaso la jerarquía actual le ha dado la espalda a todo ello? -Desconozco si la jerarquía le ha dado la espalda, pero no creo en el amarillismo. No creo en la creación de partidos católicos, sindicatos católicos, empresas católicas… Lo que el cristianismo ha de ser es sal en el mundo y formar parte de las asociaciones y grupos que estén en la sociedad con el fin de transformar el mundo, no de sustituirlo. -¿Cree que la permanente crítica de parte de los Obispos al gobierno actual, por las leyes del aborto y de los matrimonios gay están justificadas? -Hay que distinguir ambas leyes. En la cuestión del aborto el problema está en la doble vara de medir y no valen subterfugios. Con gobiernos anteriores no se fue tan crítico y la ley existía antes también, aunque es cierto que ahora se ha endurecido. Otra cosa es el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aquí la jerarquía se ha jugado mucho porque ante los ojos de muchas personas ha quedado como homófoba. En primer lugar, es al Estado a quien corresponde establecer las cuestiones sociales básicas y el matrimonio lo es. La Iglesia en España ha disfrutado de un privilegio que no existe en otros países: la validez automática del matrimonio canónico. Esto le ha llevado a confundirse. El matrimonio canónico es la unión de un hombre y una mujer para buscar el Reino de Dios. El matrimonio civil no y ahí el Estado puede determinar. Apelar a la razón natural no es de recibo. Otra cosa es que los católicos no aceptemos este matrimonio, pero tenemos que respetar la ley. -¿Acaso no hay una enfatización de parte del clero católico, en lo que supone una determinada moral, obviando aspectos no menos importantes y graves de la moral socio-económica? -Sí, el sexto y el noveno parecen los mandamientos más importantes. Hay una fijación con la sexualidad que no ha sido superada. Las relaciones prematrimoniales, los anticonceptivos, la sexualidad no destinada a la procreación… son cuestiones en los que la Iglesia da la sensación de haber perdido el tren de la historia. Ahora bien, yo creo que el problema reside en olvidar la realidad fundamental que es la construcción del Reino y no el control de la sexualidad de los cristianos. El sexo es un medio para la relación amorosa y a veces se trata como un fin, paradójicamente. Si el mundo actual es claramente hedonista, la Iglesia parece rigorista. -Las diferencias de grupos eclesiales, y de planteamientos teológico-pastorales y litúrgicos, ¿no aparentan una Iglesia desunida, cuando no sectaria, según denunció San Pablo en su tiempo?, ¿cree que se llegará a compartir el mismo Espíritu, más allá de la apelación a peculiares formas y carismas? -Si vivimos la comunión y la conciliaridad, las diferencias pueden convertirse en motores de cambio y de adaptación al mundo actual. Eso era lo que Pablo les decía a los corintios: hay diversidad de carismas pero un solo Espíritu. Es decir, la diversidad se unifica y la unidad se diversifica. -Ante la caída vocacional de sacerdotes y religiosos, ¿considera que el diaconado permanente puede ser una solución de tránsito antes de un cambio más profundo del sacerdocio? -En absoluto, lo que hay que cambiar es el sentido del sacerdocio ministerial. No olvidemos que el sacerdocio universal de todos los fieles es previo antológicamente. Cristo es el único sacerdote y por el bautismo de él recibimos la misión. Algunos, reciben una misión de servicio, un ministerio. Por eso, el diaconado permanente es un intento desesperado por mantener un modelo periclitado y que no responde al ser original. -¿El desarrollo de la teología del laicado, derivada del Vaticano II, para cuando cree Vd. que la relega la Iglesia? -Sine die. Esta teología supone apostar por un cristianismo maduro que se compromete con la transformación del mundo. No sé si esto es lo que se quiere hoy día. -¿Qué propuestas urgentes haría para el posicionamiento público de los cristianos en la vida pública? -Lo más urgente es combatir la riqueza, no la pobreza porque la pobreza salvará al mundo. La lucha contra la riqueza y la sistemática destrucción de la Creación de Dios, la naturaleza y la humanidad del hombre. Si todos los que nos llamamos cristianos hiciéramos esto, el Reino de Dios estaría más cerca.
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