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Nudos vascos

Nudos vascos

lunes 27 de abril de 2009, 18:37h
El próximo 5 de mayo, si todo se desarrolla normalmente, Patxi López será el primer Lehendakari socialista desde la aprobación del Estatuto de Gernika. Un cambio profundo que obliga a todas las fuerzas políticas y sociales a situarse en el tablero político de otra forma y con otra perspectiva. Cambia la relación de fuerzas, cambia la mayoría parlamentaria, y, especialmente, cambia la percepción psicológica de los vascos y de todos los españoles en relación con el “problema de Euskadi”. El acceso de los socialistas al gobierno vasco, acompañados por el PP, constituye un desafío sin precedentes para todos, incluida la “izquierda abertzale”. Quien no sepa estar a la altura de las circunstancias pagará las consecuencias. Y no será fácil.

    Si contemplamos el conjunto, treinta años después, Euskadi y su normalización política se asemeja a una serie de nudos políticos que, entrecruzados, requieren manos hábiles, mentes serenas y voluntad política de encuentro para que cada uno de los cabos  recupere si situación inicial, desanudando el llamado laberinto vasco. La actitud de cada uno de los actores en presencia será determinante. Todos se influyen a todos, y, los vasos comunicantes de la política vasca remodelarán el escenario para los próximos años.

    Para los socialistas vascos el reto resulta extraordinario. Deberán componer una política que les acredite como una fuerza vasquista que consolide su “centralidad”. Ello implica evitar cualquier aspiración del PP a la confrontación con el nacionalismo vasco, también el de la izquierda representada por Aralar, al tiempo que mantiene abiertas las comunicaciones y el diálogo con el PNV. Sería un error, por ejemplo, modificar la situación en la Diputación de Álava cediendo a los deseos del Partido Popular. Cuando Ibarretxe proclama que “el PNV seguirá dirigiendo Euskadi, esté donde esté”, constata la evidencia de que los nacionalistas constituyen una referencia social, política y cultural, inexcusable e indiscutible con vocación “hegemónica”, en el sentido “gramsciano” del término. Otra cosa es que tal vocación hegemónica se transforme siempre en mayorías parlamentarias suficientes para gobernar.

Y tal consideración nos lleva a los nudos del nacionalismo vasco. El PNV tiene que acomodarse a la nueva situación. Y rápidamente. Pero además debe despejar varias incógnitas si contempla el futuro con inteligencia. Y quizá, en primer lugar, es menester que el PNV comprenda lo que viene ocurriendo con su electorado y analizando sus causas. El relevo no se produce por “la maldad de Madrid” ni del PSE. Es el resultado de las urnas. Como ha dicho Txema Montero en unas recientes declaraciones, el PNV está tardando demasiado en “interiorizar” el resultado. Y agrega que debería pensar en un “Bad Godesberg” político, ideológico  y programático en torno al independentismo, y, añado yo, que le permita ubicarse en la nueva situación. Comparto el criterio de Montero, y para nadie constituye un secreto que el debate está abierto desde hace tiempo en el seno de citado partido.

    La “izquierda abertzale” y ETA tienen problemas y retos diversos. ¿Qué hubiera ocurrido si  el día de la votación en el Parlamento nos encontramos con un atentado? ¿En que situación quedaría Otegui, una vez más, y sus ofertas para recuperar “la negociación” y el diálogo? ¿Qué margen de maniobra tiene? Si la izquierda abertzale no se despega de la violencia, no la puede condenar y no tiene capacidad para convencer a los violentos del absurdo de su estrategia, Otegui y sus compañeros quedan neutralizados por ETA  antes de comenzar cualquier reflexión de futuro. No es un pequeño nudo. No dudo de sus intenciones pero no podemos avanzar bajo el peso de las bombas. No resulta extraña su preocupación por el resultado de Aralar. La reflexión obligada es evidente porque la resistencia violenta de ETA se extingue poco a poco.

    Y, por fin, el PP, que debe decidirse por una de las dos vías que tiene abiertas: ser un partido para la “agitación” pensando en el gobierno de Madrid, o, convertirse en una fuerza positiva, en términos políticos, pegada a la realidad vasca. No es suficiente representar, junto con otros, la “resistencia” frente a ETA. Deben demostrar que saben ser una fuerza de gobierno leal y constructiva. El tablero está dispuesto y los nudos también.   

Enrique Curiel
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid
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