Ecuador ingresó a la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA). Lo hizo junto a San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda, y en Maracay, Venezuela, asistido por el coronel Chávez, su homólogo en más de un sentido. Una decisión que muchos cuestionan, otros aplauden e inocultablemente significa una radical alineación política.
Así el régimen correísta proclama su filiación ideológica bolivariana, el sentido clasista que tendrán las transformaciones económicas, sociales y culturales que lleva adelante y, por si fuera poco, un antimperialismo militante. Y es que esa es la ruta que siguen las cabezas más visibles de la ALBA. El resto de los socios son pequeños países caribeños a los que es vital la integración energética con Venezuela.
En este sentido, los regímenes de Cuba y a Nicaragua ven una tabla de salvación ineludible y casi única.
Pero, ¿qué más le aporta a Ecuador esta Alternativa Bolivariana? Desde el punto de vista económico relativamente poco, pese a la “venezolalización” que se viene produciendo con mucha publicidad, retórica y gestos sazonados de espectacularidad.
El presidente Correa justificó esta alianza estratégica con la tesis de que así se irá con una sola voz en los diálogos, negociaciones y diferendos con las naciones del hemisferio norte, en particular Estados Unidos. Pero del acercamiento a Irán se podría derivar una actitud confrontacional y hostil hacia Estado Unidos. Algo que el Presidente no puede ni disimular ni ocultar. La suerte, como se dice, está echada.
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