«Y subió Moisés de los campos de Moab al monte de Nebo, a la cumbre de Pisga, que está enfrente de Jericó: y mostróle Jehová toda la tierra de Galaad hasta Dan (…) Y díjole Jehová: Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac, y a Jacob, diciendo: A tu simiente la daré. Hétela hecho ver con tus ojos, mas no pasarás allá».
Este fragmento –versículo 34- del Deuteronomio, uno de los cinco libros del Antiguo Testamento, más sagrado para los judíos, que lo tienen en la Torá, que para los cristianos, fue leído este viernes en una comida de homenaje a un funcionario de la Generalitat que se jubilaba ese mismo día.
Ramon Goicoechea, militante convicto y confeso de Convergència Democràtica de Catalunya, entusiasta propagandista en campañas electorales y eficiente funcionario en puestos diversos, emulará al Moisés del pasaje bíblico y tampoco verá la Tierra Prometida. Se lo recordaron sus amigos, confiados sin duda que en noviembre el Palau cambiará de inquilinos. Y que pese a haber sido desaprovechado durante los siete años de la larga travesía del Mar Rojo, digo, del Tripartito, ahora atisba la victoria definitiva de Artur Mas y su entronización, por fin, en el Palau de la Generalitat.
Pero el Goico se quedará viéndolo desde el monte Nebo, como Moisés. Él ya no estará en el Palau esperando a su jefe para celebrarlo. Ni para servir de nuevo a los ciudadanos indefensos frente a la maquinaria burocrática. Lo celebrará a su manera, haciendo proselitismo. El mismo que le llevó la noche del día de su jubilación a una nueva siembra en una parroquia de barrio como fiel escudero de Jordi Pujol. Como ha venido haciendo en todas las campañas electorales desde hace treinta años. Ni siquiera el día de su jubilación se le ocurrió descansar. Quiere ver culminada la cosecha, a la que él ha echado tantas semillas, y sonreír apacible desde su Nebo particular. En noviembre, misión cumplida.