
Enésima pataleta de todo un líder, un presidente como
Nicolas Sarkozy, que en lugar de estar a la altura de su cargo, prefiere estar a la altura de sus complejos físicos. Y precisamente, su complejo de altura. No es un falso mito: ya ha habido a lo largo de estos últimos años ejemplos de su obsesión con que no le roben protagonismo gráfico ante los medios las personas más altas. Y es que su 1,65 de altura le mantiene acomplejado hasta el punto, según se ha podido saber ahora, de que prefiera guardaespaldas de altura no muy destacada. La guardia presidencial, claro, ha elegido siempre a los mozos más adecuados pero también a los más robustos y grandullones. Pero ahora, dice la prensa francesa, se terminó. Al igual que los tacones de
Carla Bruni, su esposa, tan limitados ahora para no sobresalir sobre su esposo. Que se sepa, es la última anécdota en torno a su complejo de estatura, después de que ordenara, en la visita a una fábrica, que todos los empleados que salieran a cámara fueran iguales o más bajos que él. Impresionante.