Los líderes sindicales han pedido un cambio de Gobierno a
Zapatero; lo han dicho claramente y sin ningún rubor, han dicho que el presidente debería reflexionar sobre la dimensión y configuración de su Ejecutivo. Y tienen razón. Lo que pasa es que, con las mismas razones, el presidente del Gobierno podría pedir a estos líderes de CCOO y UGT un cambio en sus sindicatos y una reflexión de ambos sobre su función, representatividad y financiación en pleno Siglo XXI.
No soy de los que ahora se apuntan a la condena sin más del sindicalismo. Creo que las organizaciones sindicales siguen siendo tan necesarias como siempre pero deberían replantearse muy seriamente cuál es su papel en nuestra sociedad. Porque los dos grandes sindicatos se ha convertido en dos pesadas maquinarias de recaudación, en dos auténticas empresas tan llenas de gente absolutamente vocacional como de inútiles resentidos que viven de la sopa boba y aun siguen manejando argumentos y hasta lenguajes más propios del
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franquismo que de estos años contradictorios de luces, sombras e Internet.
Tienen razón los líderes cuando hablan de la necesidad de reflexionar sobre la dimensión y configuración del Gobierno. No hay más que bajarse un par de fotos de esas oficiales que se hacen en las puertas de La Moncloa. Bájense la de este Gobierno y la de los gobiernos de
Felipe González y/o
Aznar. Dejando de lado cualquier ideología, la diferencia entre aquellos y éste resulta más que evidente. El Gobierno de ZP, por muy buena voluntad que le echemos, no pasa el examen; es un Gobierno de la señorita pepis, un Gobierno para aparentar más que para gobernar y, desde luego, un Gobierno que nunca va a plantear ningún problema a un presidente al que la realidad ha desbordado hace ya mucho.
Pero es que si los líderes sindicales pudieran contemplar en una panorámica imposible a todos sus liberados, sus hojas informativas, su capacidad de convocatoria etc., seguramente se darían cuenta de la urgente necesidad de reflexionar sobre la dimensión y configuración de sus "cuadros". Claro que hay excepciones en ambos sitios y que ni todos los ministros son iguales ni todos los sindicalistas viven del cuento. Pero la percepción de la gente no es precisamente positiva y por algo será. Está muy bien invitar al Gobierno a que medite y denunciar públicamente la paja endémica que ZP pasea en su ojo; pero ya saben lo que viene ahora: que esa denuncia no impida que los sindicatos asuman que ellos tienen una viga que arrastran penosamente desde hace muchos años.
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