A veces, como quien hace notas en una libreta, intento apuntar ideas en la cabeza para desarrollar después. Una de esas notas, recurrente, es cómo la tecnología cambia nuestra forma de relacionarnos y, si al cambiar la forma en que nos relacionamos, cambia la sociedad, o sea, nosotros, nuestra forma de pensar.
Hacer notas en una libreta implica objetividad, saber que las palabras que anotaste fueron exactamente esas y no otras. Hacer notas mentales implica la posibilidad de olvido, a veces total, a veces de una parte, y rellenar, muchas veces, esa parte con percepciones propias de cada momento, es decir, una enorme subjetividad. Somos seres subjetivos. La subjetividad es un elemento esencial en el desarrollo humano: sirve, por ejemplo, para desarrollar esperanza cuando la estadística está en contra, esperanza que sirve para cambiar la propia estadística. A veces, este camino también es reversible. La subjetividad puede llevarnos a desarrollar miedo y desesperación cuando sin embargo todos los datos están a nuestro favor.
Un dato, o muchos, no son más que datos, la interpretación que hacemos de los mismos es lo que nos da información. La interpretación es siempre subjetiva. Una información, o sea, una interpretación de datos es más objetiva cuanto menos tiene de interpretación y más de datos, y menos objetiva cuando pasa al contrario. En otras palabras, la información es subjetividad, y sin esto, es imposible entender el siglo XXI.
El siglo XXI es el de las comunicaciones, es decir, el siglo de la información, o lo que es lo mismo, de la subjetividad. Lo subjetivo puede ser verdad, o no, pero transforma la interpretación de la realidad que hacemos las personas y, una realidad interpretada de manera diferente se convierte en una realidad diferente.
Si acudimos a los datos, en el mundo, de media, la esperanza de vida ha crecido más de veinte años con respecto a mediados del siglo XXI, o lo que es igual, tenemos la mayor esperanza media de vida de nuestra historia. Por primera vez las causas de muerte más frecuentes están asociadas a enfermedades no contagiosas. La obesidad mata hoy más que el hambre y, sin embargo, en lo que va de siglo XXI, se observa un deterioro en los índices de mortalidad de la gente menor de 45 años. Aumentan las muertes derivadas de problemas de salud mental, consumo de drogas, etc, es decir, las llamadas ‘Muertes por desesperación’ según se recoge en el último Informe de Carga Global de Enfermedades, publicado estos días por la revista 'The Lancet'.
Los datos del siglo XXI, que deberían invitar al optimismo, son desesperanza para una parte de la población que ve desigualdad creciente, expectativas rotas, mucho deseo y mucha frustración, la sensación de no llegar a lo propuesto. La comparación constante con el prójimo para sentirnos bien o sentirnos mal. En el siglo de la hiperconexión se da la hipercomparación, es decir, la hipersubjetividad. Somos seres subjetivos, y nuestra subjetividad transforma la interpretación de la realidad, o sea, la realidad misma para quien la está viviendo.
En el próximo artículo ‘internet’ hablaremos del auge de la comunicación, pero sobre todo, de las redes sociales y cómo nos integramos en ellas las personas.
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