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Guardia “Civil” y derechos humanos

Guardia “Civil” y derechos humanos

viernes 23 de febrero de 2007, 17:27h

El tiempo pasa raudo. Busco mi artículo en Turia “Constitución y Guardia Civil”, ¡es de hace casi seis años! (nº 1.945 del presente órgano de agitación… de cerebros lánguidos y haraganes). Casi como si no hubiesen transcurrido. Recordábamos allí que el Presidente del Consejo de Ministros González Bravo, del sector conservador liberal, tras deshacerse éstos de los “progresistas” Espartero y Olózaga, creó, por fin de marzo de 1844, una Fuerza armada bajo nombre de Guardia civil (guardia: soldados o no soldados encargados de proteger a alguien o velar por que se cumplan ciertas normas, por ejemplo guardia municipal; o custodia, protección, defensa, así guardia del despacho; o ponerse en guardia, equivaliendo a defenderse: ver diccionario. María Moliner, querida suegra de mi hermano, se refiere básicamente a “guardia” como “guarda”, acción de guardar), buscando pues eso, un conjunto organizado y armado “civil”, no perteneciente al Ejército, por lo que el Decreto de creación instalaba tal Cuerpo en el Ministerio de Gobernación. G. Bravo, empeñado en eliminar las constantes interferencias militares sobre el Gobierno, temía el enorme refuerzo de poder que obtendrían los Capitanes Generales si la nueva Fuerza pasaba a depender de ellos. La situación se agravaba al máximo por la prepotencia del espadón Narváez (quien llamaba con desprecio, a los políticos civiles, “los abogados”), líder destacado de los sublevados militares que habían destituido al Jefe de Estado Espartero (y, por cierto, duque de Valencia, que en este país mágico puede pasar de todo: Narváez era granaíno).

Pero los castrenses pudieron más, cayó González Bravo… y le sucedió Narváez. Quien produjo de inmediato un “contra-Decreto” de 13 de mayo (se anticipó a la Virgen de Fátima), poniendo a la guardia “civil” en manos del Ministerio de Guerra, e iniciando una semidictadura de una década. Y hasta ahora, en que la mayor oposición a que la Guardia Civil sea eso, civil, radica en los militares, lo que uno dice notariescamente, es un simple hecho. Quien no lo quiera ver, allá cada cual con sus gafas. En este país querido hay muchas inercias, no desde el franquismo sino desde Trento (tenemos que hacer la “transición” desde éste, mucho antes de Narváez, Primo de Rivera, Franco), mas la inercia de la presión castrense sobre los Gobiernos es de las más conspicuas, los últimos dos siglos. Llámese Milans del Bosch, llámese Mena, llámese manifiesto reciente de coroneles (Turia, nº 2.239), o lo del servicio de “información” milica de Ceuta. Servidor no es antimilitar, sino antimilitarista (el militarismo es una degeneración de lo militar, subsumiendo cualidades de culto, fe, supremacía político-moral). Se acerca peligrosamente al “führerprinzip” y se opone demasiado a los Derechos Humanos, la gran frontera de nuestro tiempo. De éstos hablan los guardias de la AUGC.

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