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El laberinto de Chencho

lunes 01 de diciembre de 2008, 10:56h
El mercadillo navideño de la Plaza Mayor está en la historia del cine español gracias a la película “La gran familia” (1962). Generaciones de españoles se han angustiado ante la búsqueda desesperada de Chencho por un insuperable Pepe Isbert, al que acompañaba un mocoso, hoy conocido como Pedro Mari Sánchez. El mercado sigue allí cada año y se abrió el pasado fin de semana.

Hace unos pocos años el Ayuntamiento lo reordenó, con eficacia, proporcionando una nueva imagen al conjunto de puestos. Este año ha dado otro paso eliminando la venta de productos de broma –casi siempre groseros- que poco tienen que ver con las tradiciones navideñas. A estos puestos los ha llevado a la vecina plaza de las Provincias. La Plaza Mayor, durante este mes, es un punto de encuentro y el mercado un atractivo más gracias a esta adecuada reordenación.

Pero, coincidiendo con la época, se han puesto en marcha otros mercados temporales en plazas tan céntricas como las de Chueca, Lavapiés, Vázquez de Mella o Soledad Torres Acosta. Cada uno se dedica a unas mercancías pero todos contribuyen a que los madrileños tomemos la ciudad pacíficamente, ocupando espacios frecuentemente degradados. Esta buena iniciativa va a permitir que los vecinos de las plazas se sientan un poco más arropados por todos. ¡Ojala contribuya también a erradicar actividades degradantes, aunque ésto ni el espíritu navideño nos lo hace creer!

Unas semanas atrás, desde esta columna de opinión, pedí la restricción del uso de la Plaza Mayor como zoco indiscriminado y el traslado de muchas de sus ferias a otros puntos del centro. Esta serie de mercadillos navideños me hace concebir la esperanza de que desde el Ayuntamiento se opte por la diversificación de escenarios comerciales. Los tiempos son duros para el comercio, sobre todo para quienes poseen pequeños negocios o tienen en su trabajo artesanal, el único capital. Facilitar el contacto directo con el comprador es una buena iniciativa.

Además estos mercados temporales contribuyen a atraer a ellos clientes de otras zonas de la ciudad, lo que redunda en beneficio de los comercios estables. Hace falta añadir vigilancia y seguridad para que los consumidores puedan comprar con confianza y los llamados “enemigos de lo ajeno”, o sea, ladrones, no hagan también gran negocio al amparo de las aglomeraciones que originan estos mercados.
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