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Ibarretxe, López, en un absurdo banquillo

miércoles 07 de enero de 2009, 12:15h
Tiene razón, a mi entender, el juez decano de Bilbao cuando sale en defensa del lehendakari Ibarretxe y del socialista Patxi López en vísperas del juicio que este jueves sentará a ambos en el banquillo como “cooperadores necesarios” de un delito de desobediencia al haberse entrevistado con líderes de Herri Batasuna, también enjuiciados. Con lo que la justicia comete el dislate de equiparar a los ilegalizados batasunos con los muy legales cabezas de lista del PNV y del PSE en las inminentes elecciones autonómicas vascas: inmensa barbaridad, se mire por donde se mire.

No es el único dislate: contactar con representantes de una corriente política, por muy ilegalizada -y bien ilegalizada, en mi opinión- que esté, no debe constituir delito, por mucho que la acusación particular, Foro de Ermua y Dignidad y Justicia, se empeñen. El tema, desde el punto de vista técnico, es al menos discutible, y juristas hay con opiniones para todos los gustos. Pero, para mí, la discusión acaba ahí: este juicio es impresentable desde la óptica de la equidad y de la oportunidad jurídica.

Un dirigente político, y más si afronta responsabilidades de gobierno o si es líder de la oposición, como son los casos de Ibarretxe y López, tiene, a mi entender, no solamente el derecho, sino la obligación, de reunirse con todos los que, de alguna manera, tengan opinión en la ciudadanía, por mucha que esta opinión, la de los filoetarras, nos repugne. La búsqueda de la paz, a la que están forzados los representantes políticos, impone la necesidad de conversar, porque, insisto, por mucho que a algunos les repugne, hablando se entiende la gente, como bien dijo el Rey Juan Carlos tras su entrevista con un dirigente republicano. Y la España plural que queremos supone todo eso: flexibilidad, debate, contactos.

Así, el inicio de este juicio, de alguna manera propiciado por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, no sirve sino para tensar innecesariamente el inicio de una precampaña electoral que va a desarrollarse en circunstancias especialmente importantes. Y ello es así dado que existe una posibilidad real de que, esta vez, el tradicional gobierno nacionalista quede desbancado por otro encabezado por el socialista Patxi López, probablemente con apoyo externo del ‘nuevo’ PP vasco encabezado por Antonio Basagoiti.

El juicio solamente dará alas al tradicional victimismo exhibido por Ibarretxe, crispará el ambiente de manera artificial, dará voz a los ‘duros’ de ambas partes, los intransigentes de siempre. Y, en definitiva, todo ello para que la cosa quede en agua de borrajas. Porque todos, comenzando por los ‘acusadores’, saben, y eso sería lo gracioso si el asunto tuviese alguna gracia, que ni Ibarretxe ni López van a sufrir la menor condena por su presunto ‘delito’ -comillas, por favor-, faltaría más.

Lo último que puede ser la Justicia es piedra de escándalo, o servir para empeorar las cosas desde el punto de vista del sentido común y de la equidad. O dar la sensación de que se emplea en según y cuáles circunstancias políticas, para favorecer a unos u otros. Y aquí, y ahora, todo eso ocurre. Y no es la primera vez, temo, que la Justicia española nos ofrece tan deplorable imagen.
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