¿Quién demonios sabe jugar al Backgammon?

¿Y a mí de qué me sirve tener un alcalde y una presidenta que están pensando en sus propias carreras políticas en lugar de en los madrileños? Los intereses personales también son legítimos en político, no nos vamos a engañar. Pero cuando ocupan más espacio en el disco duro que el bien común, dejan de serlo. Igual es que con el año nuevo me ha dado un ataque de inocencia – no lo descarto – pero es que sigo pensando que tanto un alcalde como una presidenta autonómica deben dedicarse a gestionar y no a enredar con una entidad financiera como Caja Madrid.

La partidita que se están echando Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, es como jugar al Backgammon: nadie sabe muy bien como se juega, pero está claro que solo gana uno. Lástima que en el caso de la caja de ahorros, el tablero no es suyo, las fichas no son suyas y los dados no son suyos. Ni siquiera son suyas las apuestas y los órdagos que se echan: lo hacen con dinero ajeno. ¡Así cualquiera! Así puede jugar hasta un niño pequeño. ¿O quizá es eso lo que está pasando? Tanta ojeriza ya de antiguo entre una y otro, entre otra y uno, empieza a resultar ciertamente cansina.

Como cuando los niños se ponen pesados incluso el Día de Reyes, pese a que les hayan traído todos los regalos de la carta. En mi carta, que salió mal de fecha, deseaba con todas mis fuerzas que el alcalde hubiera aceptado la candidatura a Bruselas, para ver si la distancia hacia el olvido, o al menos el desdén. También para que se quitara ya la careta para siempre: “madrileños, ha sido muy bonito gobernaros estos 13 años, pero ya soy demasiado bueno para vosotros”. Quizá si hubiera ido de número uno, Aguirre se lo habría pedido a los portugueses para no ser menos. Ya no lo sabremos.

Me produce cierta pereza este año nueve que estamos recién estrenando. Año nuevo, vida nueva, misma crónica política. Parece un tostón en lo regional, la verdad. Mejor que mejor, para los olímpicos. Será lo único interesante que ocurra este año.