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Balance descarnado del 15-F

Balance descarnado del 15-F

miércoles 25 de febrero de 2009, 18:24h

Ya muchos analistas y algunos dirigentes políticos se han encargado de interpretar con bastante claridad el resultado del 15F desde el punto de vista numérico.  Falta ahora un poco de análisis cualitativo y otro tanto de autocrítica puertas adentro de la oposición para lograr encaminarnos hacia un éxito definitivo. 

Desde la óptica numérica no hay duda que, a pesar de la derrota, las fuerzas democráticas del país seguimos creciendo mientras que el apoyo al oficialismo continúa debilitándose.  Y esto es así porque después de la enorme turbulencia ocurrida durante el período 2002-2004 y la postura abstencionista que imperó en 2005, se logró construir un nuevo consenso a partir de 2006 para participar en los procesos electorales a pesar de la descarada parcialidad del árbitro y el enorme ventajismo que ejerce el Gobierno en todas las ocasiones.

De esta manera hemos pasado, en poco más de 2 años, de un caudal de 4 millones de votos que representaron un 37% del electorado efectivo, a un poco más de 5 millones de votos que representan hoy día 45%, y esto con sucesivos crecimientos en cada elección, partiendo de las presidenciales de 2006. También es relevante saber que, en comparación con otros procesos, se ha aumentado de manera importante el porcentaje de mesas cubiertas con testigos de oposición.

Ahora bien. Dicho esto y sin dejar de señalar de manera tajante que obviamente el ventajismo oficialista, las trampas y la impunidad de los delitos electorales cometidos por los seguidores del SÍ jugaron un papel fundamental en la derrota del 15-F, bien vale la pena pasearse por algunos aspectos que son de responsabilidad exclusiva de la oposición. Y aquí podríamos comenzar por preguntarnos si quienes tienen representación ante el CNE hacen todo lo necesario para garantizar la transparencia o, por el contrario, dejan pasar muchos gazapos dizque para que no aumente la abstención. He aquí un debate crucial que creo conveniente abordar con absoluta sinceridad. Un 3 o 4% de los votos podría significar tener o no en 2010 la mayoría de la AN, por ejemplo.

En otro sentido, hay un tema que es ya recurrente: la forma excluyente como se integró el Comando Nacional del NO. Ya en 2008 la confiscación de la Unidad por parte de 5 partidos -a pesar de que el pacto del 23-E había sido firmado por 17 organizaciones-, trajo suficientes problemas. Esta vez el cónclave se redujo a 4, lo cual resulta especialmente inexplicable si tomamos en cuenta que en una elección de este tipo no hay candidaturas personales ni están en juego las siglas de los partidos.  Pareciera que en realidad a cierto liderazgo le cuesta entender que una verdadera UNIDAD debe ser amplia y transparente. Afortunadamente la gente ha aprendido a organizarse en plataformas de todo tipo para participar y no todos los comandos regionales y municipales repitieron este esquema, pero es muy lamentable y poco auspicioso que el problema del sectarismo a ese nivel, lejos de solucionarse, tienda a agravarse.

Por otro lado está el tema del diseño de campaña.  Es obvio que el oficialismo logró convencer a buena parte del electorado que lo que estaba en juego era el derecho de postulación y no una reelección indefinida, pero de este lado la estrategia siguió siendo la misma. Para este servidor, viendo el movimiento de las encuestas durante enero, lo correcto era afianzar el mensaje en los graves problemas sociales y económicos de los venezolanos y vincular la posibilidad de reelección del presidente a la continuación de esos problemas. Así lo señalamos en las instancias en las que pudimos participar.

Otro aspecto en el que hubo un claro error de percepción y que también señalamos en su momento, fue en la verdadera incidencia que tuvo la ampliación de la reelección a los gobernadores y alcaldes. La mayoría del liderazgo opositor la desestimó y prefirió simplemente explotar la contradicción presidencial sobre ese tema. No obstante, está claro que, con contadas excepciones, Chávez logró meter a su gente en la campaña y obtuvo resultados. La experiencia del 23-N le enseñó a más de uno que el que se voltea pierde, y muy pocos tienen el liderazgo autónomo y sólido de un Henry Falcón.

Por último, se abre ahora el reto de abordar de la mejor forma posible las próximas elecciones de concejales, diputados a la AN y Presidente de la República, en ese orden.  Ya muchos dirigentes hablan de nuevos acuerdos y de fijar reglas claras de juego. Sin embargo, con todo respeto cierro diciendo que a veces el problema no es la falta de reglas claras sino la violación de ellas. De hecho, el año pasado las hubo, pero un grupito decidió repartirse la mayoría de las alcaldías y cargos legislativos como barajitas de álbum, dejando de lado las bases del acuerdo del 23-E. Ya conocemos las consecuencias.

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