Por supuesto, estas personas trabajan bajo las órdenes de aptrones que se declaran como dueños de la mina y que pagan miserias a todas a aquellos mineros que arriesgan su vida en la actividad. Este fenómeno ocasiona severos perjuicios al medio ambiente y es muy difícil de controlar pues se desarrolla en zonas muy apartadas y de muy difícil acceso, como las alturas de montañas perdidas en los Andes o en las profundidades de la selva amazónica.
Sin embargo, también es cierto que el Estado no se esfuerza demasiado en identificar loos focos de esta rpoblemática y emprender una campaña de cierre y formalización de estas empresas, lo cual aseguraría protección y derechos para los trabajos, e incluso una minería moderna con menor impacto medioambiental. Lástima que tengan que pasar desastres como el de Puno para que la opinión pública vuelva los ojos hacia esta forma de explotación.