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Despedida soñada para el maestro Esplá: borda el toreo y abre la Puerta Grande

sábado 06 de junio de 2009, 11:16h
A veces las más osadas e increíbles utopías se cumplen. Y eso aconteció con uno de los más personales y completos coletudos de las últimas décadas, el maestro Luis Francisco Esplá, que por mucho que hubiera soñado despedirse de 'su' afición de la cátedra, jamás pensaría que lo iban a sacar en volandas por la Puerta Grande.
Toros de VICTORIANO DEL RÍO, de excelente presencia, bien armados y de juego desigual: mansos y manejables 1º, 5º y 6º; peligrosos 2º y 3º; bravo y encastado 4º, premiado con la vuelta al ruedo. LUIS FRANCISCO ESPLÁ: silencio; dos orejas tras aviso. MORANTE DE LA PUEBLA: bronca; pitos. SEBASTIÁN CASTELLA: silencio tras aviso; palmas.- Plaza de Las Ventas, 5 de junio. 4ª de la Feria del Aniversario. Tarde de mucho viento, que molestó a los toreros. Lleno. ======================================================

Y con todo merecimiento, pues el alicantino bordó el toreo ante un toro -'Beato' de nombre-de muchas exigencias, como fue el cuarto, bravo y cumplidor en el caballo y desbordante de casta en la muleta. Vamos que pedía el carnet de coletudo para 'dejarse' hacer faena. Y Esplá se lo ofreció desde que asomó por chiqueros para ir sometiéndolo con el percal. Después le colocó dos pares de banderillas antológicos y marró el tercero.

Pero, tras un emocionante brindis de despedida en el platillo, faltaba cincelar la última lección de tauromaquia con la pañosa. Y el veterano coletudo explicó el toreo de inicio a final. Con borbotones de sentimiento, sí, pero con un altísimo sentido artístico en todas las series: muletazos de oro perfectos por ambos pitones: de fuera a adentro y de arriba a abajo.

Y a los que añadió la solera de esos padres de la tauromaquia -él es el último- que parecen escapados de postales sepia de 'La Lidia', y también su gran personalidad de torero distinto,con sello y vitola propia. Como puso de manifiesto en la sinfonía de adornos que manaban de su portentosa imaginación con los que cerraba las series.

Broche de oro a cara o cruz

Faltaba el broche de oro, y Esplá,  desbordante de nuevo de talento, se la jugó a cara o cruz entrando a matar en la suerte de recibir, y aunque necesitó de dos golpes de verduguillo, las dos orejas caían en su esportón,como tributo a uno de los grandes/grandes de la tauromaquia mientras las lágrimas bañaban los ojos de muchos espectadores, mientras restallaban los gritos de ¡To-re-ro, to-re-ro! en las apoteósicas vueltas al ruedo.

Ya en el primero de una tarde histórica e interesante por el variado y a veces complicado juego del encierro de Victoriano del Río, el alicantino rayó a buena altura y se lució en un quite de arrebatadas chicuelinas, aunque el burel fue tardeando y Esplá no pudo redondear, aunque sí dejar más gotas de torería antigua.

La tarde era para él, y Morante de la Puebla, sublime en su anterior actuación cuando quebró los cimientos del coso con su barroquísimo toreo de capote, ofreció la cruz tan propia de los genios, máxime con el vendaval que arreció más con él en el ruedo. Medroso y torpe, pasó las de Caín para deshacerse del peligroso segundo y casi lo mismo frente al más manejable quinto. Además, a ambos los despenó de feos navajazos en los bajos.

Tampoco Sebastián Castella destacó, pese a su entrega y valor sin cuento. Pero se equivocó en los terrenos en el complicado tercero, que por su peligro -y por el molesto aire- pedía tablas, y empezó muy bien con varios pases cambiados -con los pitones rozándole la taleguilla- frente al sexto hasta que al burel se le acabó la cuerda.

La tarde era para Esplá. ¡Gracias, por todo, maestro!
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