Sarah Palin es de armas tomar. Que está dispuesta a todo nadie parece dudarlo, y aunque ahora parezca estar jugando al gato y al ratón sobre su futuro político, quienes la conocen dicen que está más fuerte que nunca y preparada para una carrera de largo alcance con la mirada puesta en la Casa Blanca.
La semana pasada, y sólo unas horas antes de que los estadounidenses celebraran con barbacoas y fuegos artificiales un nuevo aniversario de su independencia, Palin se asomaba nuevamente a las pantallas de televisión para sorprender a propios y extraños anunciando que en las próximas semanas abandonará su cargo de gobernadora de Alaska. Unos dicen que para diseñar su estrategia para comenzar el asalto a Washington, otros que huyendo de presuntas acusaciones de corrupción.
Sólo tuvieron que pasar unas horas para que arreciaran las críticas contra la todavía gobernadora desde ciertos sectores republicanos, los mismos que no perdonan a la “elegida” de McCain su papel en la derrota electoral del pasado 4 de noviembre. “Es sorprendente que se retire ahora”. “¿A qué está jugando?”; se preguntaban conocidas voces conservadoras.
Sin embargo las últimas encuestas aseguran que la gobernadora sigue contando con una imagen favorable entre el electorado republicano. Los votantes demócratas no quieren ni oír a hablar de Palin mientras que la mitad de los independientes no esconden sus recelos hacia la alasqueña.
Sabedora de la importancia de que su mensaje ‘cale’ en la clase media, Palin volvió a recurrir a las televisiones para defenderse. “Yo no soy una rajada, soy una luchadora nata”, aseguraba a un reportero. “No sé lo que me deparará el futuro”, respondía en otro canal. “Pero políticamente hablando, si muero, pues muero”, reconocía cuando le preguntaban por las consecuencias que podría tener su renuncia.
La única duda que no resolvió, o no quiso resolver, fue sobre sus planes de futuro, pero a nadie se le escapa que tiene puesta la mirada en la Casa Blanca. Y si no, al tiempo.
Si (
No(
