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Thriller

Thriller

jueves 09 de julio de 2009, 18:27h

El parecido de estos actores de este thriller con los inquisidores es sorprendente

Un ministro con ojos punzantes de odio, de un furor pálido, poderoso, tal vez su único sentimiento plenamente desarrollado, declara algo que produce asombro en el público: "el gobernador del Táchira es paramilitar, narcotraficante y terrorista", cómo si Pérez Vivas fuera un garimpeiro político anónimo que saltó a la luz.

La diputada que abofeteó ante las cámaras a un periodista, con un frenesí que sale de las entretelas del corazón, de los intercostales, y pone la sangre negra, pide exasperada cárcel, represión, persecución, fusilamiento contra aquellos que comentan la miseria moral de este fracaso revolucionario, la perversidad intrínseca de sus fines, la banalidad del esfuerzo por él. Como si lo intenso del ultraje pudiera borrar de la realidad las ciento cincuenta mil personas asesinadas por la delincuencia, el derroche de los mil millones, la desindustrialización e informalización del país, el fracaso que deslegitima sus existencias políticas y los condena a ser una mácula más de la historia de Venezuela.

Un diputado del Zulia ha hecho de la mentira abominable su forma de vida, ante la estupefacción de los oyentes. El parecido de estos actores de este thriller con los inquisidores es sorprendente. Safransky dijo una vez que la diferencia entre un GESTAPO, un NKVD, un guardia rojo y un inquisidor, era que vestían modas distintas.

El diputado levanta calumnias alucinantes, atentados, magnicidios, conspiraciones criminales, torvos planes contra familiares de políticos del régimen, en los que implica personas reconocidas por una vida decente. Dice cosas que no han ocurrido, no van a ocurrir y todos sabemos que son falsas, pero que él puede hacerlas verdaderas como en la Inquisición. Johan Johanes, un famoso inquisidor de Baviera, inventó el puñal retráctil. Llegaba con su asistente a las aldeas e iniciaba el "procedimiento de brujas". Según la Ordalía, las brujas no sentían dolor. En una tarima armada en la plaza, paraba a las sospechosas vendadas, y ante todos, "hundía" el largo puñal en los cuellos de una por una. Como en efecto no sentían nada, allí estaba la "prueba" de su pacto con el diablo.

Con la huelga de hambre, Antonio Ledezma ha decidido desafiarlos en el centro del poder de sus adversarios: la destrucción. Quien hace una huelga de hambre en una dictadura, es como el que decide enfrentar la tortura sin delatar. Se pone en manos canallas que quieren destruirlo y desean con ardor hacerlo.

Tuvo el coraje de retarlos en lo único que ellos saben producir, dolor, daño, desgracia, maldad. Una bombera declaraba que en su oficio a veces había que "comerse la candela", metérsele de frente, retarla. Ledezma le siguió el consejo.

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