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Otra forma de hacer política

martes 06 de octubre de 2009, 13:27h

Una reciente encuesta de Metroscopia sobre el clima social de España, en oleadas que repite cada cierto tiempo, pone de manifiesto la pérdida continuada, y en los últimos meses acelerada, de la confianza en el Gobierno, pero sobre todo muestra algo que es verdaderamente preocupante: “un contexto de creciente y generalizado descrédito” de la clase política en su conjunto. Que el Gobierno pierda crédito con la improvisación permanente del presidente y la mala gestión de la crisis es lógico, aunque hay muchos más matices que deberían hacer reflexionar al Ejecutivo.

Pero lo verdaderamente preocupante es el dato de que a casi ocho de cada diez españoles no les inspiren personalmente confianza ni el líder del Gobierno ni el jefe de la oposición. Y otro dato de igual significado es que sólo cuatro ministros “aprueben”. Dos de ellos, Rubalcaba y Trinidad Jiménez, fundamentalmente porque se les ve como dos buenos gestores de sus tareas, que es, al fin y al cabo, lo importante en la acción política de los ministros. Uno en el campo del terrorismo y otra en el de la gripe A transmiten la sensación de que han trabajado con eficiencia. También aprueban Carmen Chacón y María Teresa Fernández de la Vega, pero desde mayo la primera ha perdido quince puntos en el balance de aprobación-desaprobación, y la segunda, doce, lo que indica que están al borde de la censura y que no se puede vender humo.

El 81 por ciento de los encuestados opina que Zapatero va “improvisando sobre la marcha”, lo cual es una constatación de la realidad, pero el 64 por ciento opina lo mismo de Rajoy. Y mientras un 72 por ciento manifiesta tener poca confianza en su presidente, el 80 por ciento dice lo mismo de Rajoy. Independientemente de que el PP vaya en cabeza y de que, como se esfuerza en decir Blanco o Pajín, la única encuesta que vale es la que se deposita en las urnas, todo esto indica que los ciudadanos dan la espalda a una manera concreta de hacer política que pasa por el insulto, la descalificación permanente del contrario, la incapacidad para el acuerdo, la ineficacia y el interés del partido por encima del interés general. Ni siquiera el Parlamento, tan vacío tantas veces, es el lugar del diálogo sino la tribuna para las consignas o los mítines.

Y, sin embargo, hay, tiene que haber, otra forma de hacer política que pasa por la sinceridad, el reconocimiento de los errores, la unidad en tiempos de crisis, el esfuerzo colectivo, la negociación, el cierre de filas, nuevas ideas, compartir iniciativas, remar juntos. Se puede hacer, como se ha hecho en la candidatura olímpica de Madrid o como está intentando el ministro de Educación con el pacto escolar. Es urgente recuperar la confianza de los ciudadanos en la política, que es una de las actividades más nobles que puede hacer un ciudadano. Pero también una de las más perversas si se hace de espaldas al pueblo.
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