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Adiós, Obama

Adiós, Obama

jueves 10 de diciembre de 2009, 19:12h
Cierto es -como iniciaba la entradilla a la noticia un medio de comunicación español- que Barack Husein Obama no ha dejado a nadie indiferente al recoger el premio Nobel de Paz y realizar una encendida defensa de la necesidad de la guerra. Dos estados del alma antagónicos, dos situaciones opuestas, paz y guerra en la entrega de un premio más controvertido ya que la personalidad de quien lo creó. La controversia con Barack H. Obama no ha hecho más que empezar: un Nobel de la Paz defendiendo la guerra, pero ese Nobel de la Paz es el presidente, aún, del país más poderoso, aún, del mundo.

Cierto es -como se ha podido escuchar en directo- que Obama no se ha encogido ante las críticas; se ha crecido defendiendo algo que pone los pelos de punta, sobre todo si quien lo dice era un supuesto pacifista y es, además, el jefe del Imperio: "La guerra sí que tiene un papel que jugar en la preservación de la paz". Dicho así, a lo frío, suena como a nazi: después de todo, 'sólo' cincuenta millones de muertos nos costó la paz mundial -que no la regional- desde 1945.

Y ha añadido una advertencia belicista al recoger el ya no tan ilustre premio de la paz: que Irán y Corea del Norte "no jueguen con el sistema" porque "me enfrento al mundo como es, y no puedo obviar las amenazas a las que se enfrenta el pueblo americano". Por este motivo, quizás, ha dicho Obama que "la guerra es necesaria".

Reconozco que Obama me da pánico. Muchos creían que el hecho de que un negro llegara a la Presidencia de Estados Unidos era algo íntimamente ligado a la inteligencia del personaje. Muchos creían que con este representante demócrata al frente de la Casa Blanca Estados Unidos no sólo se hacía perdonar siglos de esclavitud -imperdonables, por otra parte-, sino que abría una puerta a la esperanza de un futuro mejor en el planeta Tierra. Algunos, como Leire Pajín, interpretando así esa metáfora de paz y prosperidad llegaron a calificar las presidencias de Obama, en Estados Unidos, y de Zapatero, en la Unión Europea, de 'acontecimiento planetario'.

Algunos, pues, creían en Obama.

Algunos otros pensábamos que el hecho de que Obama fuera negro había sido sólo un acicate para su llegada a la presidencia norteamericana. Pero nada más. Es decir -y para que no se malinterprete-, que 'tocaba' ya; y tocaba ya, sobre todo, después del desastre que ha supuesto la administración Bush. Pero hasta ahí.

¿Quiénes están más errados, los primeros o los segundos?

He visto el pensamiento desnudo de Obama en los Premios Nobel, y he visto en su gesto de faraón egipcio el ego incontrolado, la mirada aviesa y el mismo ardor guerrero que descubrimos años atrás en el 'maniobrador', por decirlo suavemente, Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa con Bush que lejos de ser belicista por ideología, este discípulo de Maquiavelo se hizo 'halcón' para que los norteamericanos soñaran con la grandeza tras la humillación de Vietnam. Fue Rumsfeld quien más empujó para una guerra genocida en Irak. Y ahora estamos viendo sus efectos, que no son efectos de paz.

Y he visto este jueves en Obama la misma mirada extraviada de Condoleezza Rice, la que fuera la 66º Secretaria de Estado de los Estados Unidos con Bush, una persona con tal frialdad que congelaba al hielo con solo mirarlo. Y he visto en las palabras de Obama los crímenes de Abru Ghraib, que creía olvidados, y los desastres de Guantánamo y el fin de la justicia. Porque he visto en Obama, la antaño gran esperanza de la humanidad, más de lo mismo, un interés execrable en demostrar que puede ser peor jefe del Imperio que cualquiera de los jefes que el Imperio ha tenido.

Será que aún quedan algunos que no creemos que el fin justifica los medios. Será que aún quedan algunos que queremos una paz sin guerra. O será que aunque quedan algunos que ya no creemos en casi nada y, desde luego, en nadie. Gracias a Obama, algunos hemos vuelto a la utopía. Gracias, Obama. Adiós, Obama.
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