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A  contracorriente. El programa que se plagió

A contracorriente. El programa que se plagió

viernes 20 de abril de 2007, 17:41h
No sé por qué se disculpa Juan Fernando López Aguilar de que sus medidas para el futuro gobierno de Canarias fueran copiadas del programa de Ciutadans de Cataluña: si eran tan buenas cuando las presentó, deberían seguir siéndolo una vez conocido el plagio.

Hasta ahora, siempre eran los plagiados quienes se cabreaban, tampoco sé muy bien por qué. Lo lógico, por contra, sería que presumiesen de originales y oportunos, al llevar a su propio terreno a sus antagonistas. Quien sí lo ha hecho, miren por dónde, es Albert Rivera, con lo que el presidente de Ciutadans demuestra ser diferente de los políticos habituales, todos ellos previsibles, repetitivos y faltos de imaginación.

Además, el plagio ha sido considerado muchas veces como una de las bellas artes. De haberlo practicado han sido acusados, con razón o sin ella, escritores de gran prestigio, desde Valle-Inclán a Bryce Echenique, pasando por Camilo José Cela o Paco Umbral, y a ninguno le ha ido nada mal. A algunos de los autores de hoy, como Lucia Etxebarria, eso les acontece con sospechosa reiteración, pero ahí siguen, sin dar su brazo a torcer.

Lo malo de López Aguilar es que él, en vez de libros, vende ideología y, claro, si su ideario puede ser intercambiado con el de un partido al que califica de derechista, lo tiene crudo. Ya empezó con mal pie su campaña, forzado por Rodríguez Zapatero a presentarse, a pesar suyo. Ahora, pillado con propuestas pertenecientes a un grupo antinacionalista —de Cataluña, por supuesto, pero antinacionalista— ¿cómo va a poder flirtear con la Coalición Canaria de Paulino Rivero? Ahí está el quid: que en una sociedad dividida en tres tercios, como la canaria, quien no pacte con CC va inevitablemente a la oposición.

Ya me dirán si eso es plan: pasar de ser rutilante ministro en Madrid a oscuro diputado opositor en un parlamento autonómico. Se entiende, entonces, que el hombre no pueda permitirse ni una pifia, aunque lo de plagiar un programa no lo sea en sentido estricto.

Lo que a mí me preocupa, por consiguiente, no es que se copien unas propuestas, sino que hayan llegado a presentarse en público sin que el candidato se hubiese percatado del plagio. O es que en su momento le parecieron estupendas y entonces no tiene sentido cambiarlas aunque la autoría sea de otro, o es que simplemente no las había leído.

Lamentablemente, me parece más probable esto último. En la política actual, lo importante son los gestos, los eslóganes y la telegenia. Lo otro, los programas, como decía el difunto Tierno Galván, están para ser incumplidos. Así que, ¿qué más da que digan una cosa o la contraria? 
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