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Los politicos, un problema para la sociedad

viernes 12 de marzo de 2010, 10:26h
   La clase política es la tercera causa de inquietud y de preocupación de los españoles, después del paro y de la situación económica, y por delante del terrorismo etarra y de la inmigración. Estamos ante la gran paradoja española: unos señores, elegidos democráticamente para resolver nuestros problemas, se convierten ellos mismos en el tercer problema del país, a los ojos de la opinión pública y del barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas.

     En el franquismo se decía que las Fuerzas Armadas eran temidas por el pueblo y despreciadas por las potencias internacionales. Afortunadamente vivimos en Democracia, pero se constata que hoy los políticos se han constituido en un problema para sus conciudadanos, y que extramuros de España “pintan” muy poco. No se trata de generalizar ni de hacer concesiones a la demagogia, sino de escuchar la voz de la calle. La gente está harta de que, como si se tratase de programas de la tele-basura, Zapatero y Rajoy se saluden o se dejen de saludar, o de si, tal como ocurrió ayer en el Congreso, el presidente del Gobierno trata con más afecto a la presidenta de  la Comunidad de Madrid que al líder de la oposición. El personal está “hasta el gorro” de las trifulcas partidistas, de las capillas, de las listas cerradas,  de los sectarismos, de las lealtades incondicionales al que manda.

     Y es una pena, y es un mal asunto. Porque no todos los políticos son iguales y, como ocurre en cualquier gremio, hay personas más respetables o más inteligentes o más trabajadoras que otras.

     Pero, en general, lo que se piensa de los políticos es que van a los suyo, que se han establecido como un grupo teatral que representa en el Congreso o en el Senado la ceremonia de la confusión, y que después se van a tomar café todos juntos calculando los días que les quedan de legislatura y de pensión asegurada y discriminatoria con respecto al resto de los españolitos.

     Tienen cuatro meses de vacaciones, votan lo que les manden, y se duermen en el escaño si es que llegan a ocuparlo, que a veces no llegan, o llegan tarde. Lo que se les pide a los representantes democráticos, que es la ejemplaridad, no se cumple. También se piensa que muchas persona que viajan en coche oficial, con asesores y con escoltas, en la empresa privada no llegarían ni a ordenanzas, que es un dignísimo oficio. Así de claro y así de crudo. Lo que refleja el barómetro del CIS es que  quienes deberían ser una solución son, en la realidad, un problema. El tercer problema de España,  por delante del terrorismo y de la inmigración.

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