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Trabajo doméstico

Trabajo doméstico

jueves 18 de marzo de 2010, 18:24h
Desde que el trabajo doméstico fue reivindicado a través del alza del salario, muchas reacciones se han producido y la serie de comentarios, no siempre sustentados en análisis de estadísticas referidos al tema, apunta a cuestionar que esa subida va en desmedro de las propias empleadas domésticas, porque las familias no podrán pagar y prescindirán de ellas.

La historia del trabajo doméstico, no solo en el Ecuador sino en la mayoría de países latinoamericanos, ha estado dada bajo condiciones de precarización laboral, en las que las empleadas cumplían tareas sin horario y con poco o ningún acceso a la seguridad social. No faltaron ejemplos en los que muchísimas mujeres eran casi esclavizadas por la falta de legislación y protección.

El razonamiento de que los bajos salarios posibilitan mayores plazas de empleo esconde la cruel ‘filosofía’ de que el mundo doméstico no reproduce relaciones de poder y de subyugación. Además, por ser mayoritariamente mujeres las que se emplean en los hogares, reciben el doble maltrato social: ser mujeres y optar por el trabajo doméstico -que casi siempre conlleva un bajo nivel educativo-. A eso se une la violencia física o el abuso sexual de los patrones.

La reducción del trabajo doméstico a una cuestión de buenos o malos salarios no permite estudiar las complejidades que subyacen en las prácticas laborales ‘caseras’ y que siempre se ven como benefactoras o una solución que relativiza la tasa de desempleo de miles de mujeres.

Cuando se comprenda el trabajo doméstico más allá de la esfera económica y se consideren las variables educación, cultura y derechos de las empleadas, el panorama nos mostrará un problema social serio y no solo referido a que las familias no podrán contratarlas porque “quieren ganar como ejecutivas”.

Los prejuicios no deben imperar a la hora de valorar el trabajo doméstico.
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