El negocio de la telebasura

  La televisión vive en plena epifanía tecnológica -la TDT es el último fetiche-. Pero si hablamos de contenidos, resulta que algunas parrillas no están lejos del cubo de la basura. Triunfa lo zafio y en casi todas las cadenas tienen asiento programas basados en el chismorreo y la maledicencia. Hay espacios en los que la ruindad se pasea por el plató para regocijo de un público que aplaude las atrocidades que lanzan arpías que no se sabe muy bien por qué se proclaman periodistas. Algunas tertulias parecen ideadas para  alimentar el resentimiento de los pobres; de los que se abandonan a la ira frente al exhibicionismo que caracteriza el estilo de vida de  algunos famosos.

   Los debates-basura de la televisión-basura, canalizan la venganza: son ricos y famosos, sí, pero... Y el "pero" puede ser terrible. En boca de algunos sicofantes que acampan en determinados programas, la vida de un personaje famoso puede ser sometida a una autopsia tan brutal como arbitraria. Arrasan con todo, hurgan en su intimidad, chafardean sus relaciones sentimentales, promueven juicios, dictan sentencias. Para estos hurones de plató, nada es respetable. Cobran por inventar o especular sobre la vida privada de los vivos, pero también hurgan en la biografía de los muertos. Se comportan como  hienas. Pero, no nos engañemos: son hienas mercenarias. Muerden por contrato y quienes les pagan y administran los dividendos de la basura que esparcen entre anuncio y anuncio, saben lo que hacen. Negocio. El gran negocio de la televisión basura que está embruteciendo el ambiente.

   Cada vez que alguien se queja y protesta ante este festín de zafiedad y falta de respeto hacia las vidas ajenas, tendría que recordar que tiene la llave para acabar con los programas basura. Basta con cambiar de canal o apagar el televisor. No se queje:  cambie o apague. Apague y acabará con esos canales que viven de esparcir chismes, zafiedad y resentimiento.