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La patria grande

La patria grande

jueves 08 de abril de 2010, 01:42h

La fugaz visita del Primer Ministro de la Federación Rusa a Venezuela se  puede analizar desde distintos ángulos, pero no cabe duda que  la compra de armas rusas por esta última, acapara toda la atención, dados los diversos avisos de tormenta que, en estos tiempos, amenazan al Caribe y a la America Latina en general. Cuando el ocaso de Cuba se avizora como si se tratase de un largo y lánguido atardecer en un horizonte lejano, el alba del nuevo socialismo del siglo XXI luce aparentemente radiante, con un sol que se levanta con todo su color rojo, en medio de algunas sombras que lo opacan de vez en cuando, pero que no terminan de taparlo..
El nuevo Zar de Rusia, Vladimir Putin, aunque no de todas las Rusias, como en verdad le gustaría,  marca las diferencias y también las distancias. El contraste no deja de ser llamativo. Mientras la isla caribeña, que otrora fuera uno de los  países satélite mas importantes  de la poderosa Unión Soviética y su pieza fundamental, de hecho la única, en estas latitudes, se conforma con solicitarle a una delegación de parlamentarios rusos que visita La Habana en estos días, su apoyo para concretar proyectos de colaboración bilateral en las áreas del turismo, petróleo, industria farmacéutica y transporte, en Venezuela, Chávez se codea con el mismísimo Putin para tratar  asuntos de mas envergadura económica y política. La cosa viene desde el 2004 con la compra de los cien mil  Kalashnikov y la promesa de que Venezuela montaría la primera planta de fabricación de estos fusiles en Suramérica, siguiendo después con la adquisición de aviones y helicópteros de guerra sofisticados en años posteriores, para culminar ahora con un intercambio de petróleo venezolano, siempre en el fondo de todo, por mas armamento. Se trata de los codiciados submarinos 636, con capacidad para navegar sin salir a la superficie durante 45 días. El negocio es redondo para los rusos: línea de crédito garantizada con nuestro petróleo, pedir del catalogo y compra cerrada. Eso sin contar los intereses colaterales que, como los políticos, se abren en la zona bajo la nueva influencia rusa. Ya Bolivia, por medio de su Presidente, que vino corriendo a Venezuela para encontrarse con Putin, anuncio el establecimiento de un centro de mantenimiento para aviones rusos  operando en   Latinoamérica.

Chávez y Putin  se parecen mucho. Ambos sufren de adición al poder, de hecho tienen  una década gobernando sus respectivos países, y no les importa si tienen que romper algunas reglas o hacer a un lado la Constitución. Ambos se usan mutuamente en su dimensión propia. Pero ni pensar en una segunda Cuba. Entre otras razones, por que Rusia ya no es comunista, ni Putin es Kruschev, aunque a veces se parezca a Stalin. Por lo mismo, no creemos que Putin  tenga ningún tipo de escrúpulo para tratar de liderar a los gobiernos tiránicos y antidemocráticos del mundo, como lo hiciera aquel en el pasado. Y además, por que no, aprovechar para toserle a los EEUU en su patio trasero y, de paso, quitarle a la Unión Europea o a la China alguna que otra posibilidad comercial o  política en la región.
A su vez, Chávez obtiene lo suyo, un amigo grande con el que presumir en el barrio, unos juguetes bélicos con los que hacer alarde de poderío  y un elemento más de choque con los  EEUU que le permita continuar su guión antiimperialista. Por lo pronto, ya ha recibido réditos inesperados, con las declaraciones del propio Putin en Caracas, rechazando las acusaciones contra Venezuela de supuestos vínculos con el terrorismo.

Nadie puede negar que con Chávez, Venezuela se ha arrogado un papel protagónico en la política internacional que antes no tenía; un papel de “patria grande” como se le dice ahora. La pregunta que habría que hacerse, en todo caso, es si eso nos sirve de algo a los venezolanos en momentos en que nuestras necesidades primarias no están siendo atendidas o si, por el contrario, no sería preferible ser un país sumergido en el anonimato, pero con luz, con agua y sin escaseces o racionamientos de ningún tipo.

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