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El cochecito

El cochecito

lunes 12 de abril de 2010, 18:13h
Entre las últimas veleidades de la autarquía estuvo la idea de motorizar a los españoles con un pintoresco vehículo que se denominó “biscuter”, de escasa velocidad y mecánica elemental, muy jaleado, en su día, en el NODO. Aquel invento no pasó de una anécdota hasta que un concepto comercialmente más realista abrió el sector a la auténtica motorización popular con la instalación de la factoría SEAT. Ahora el presidente Zapatero parece convencido de que el futuro de nuestra industria está en esa especie de ”biscuter” del siglo XXI que sería el cochecito eléctrico y está dispuesto a invetrtir unos 600 millones de euros que, al parecer nos sobran, en promocionar tal artefacto.

    Es una iniciativa algo más cara que la de regalar dos bombillas de bajo consumo para promover el ahorro de energía. Ahora se pretende ahorrar combustibles fósiles a cambio de consumir energía eléctrica que se seguirá produciendo por centrales movidas por combustibles importados y por electricidad comprada a alto precio a vecinos sin prejuicios contra la energía nuclear. En principio, se piensa en favorecer a los usuarios ciudadanos capaces de duplicar su parque móvil con un segundo vehículo en vez de mejorar el transporte público, congestionando más el tráfico urbano, los aparcamientos y los garajes con coches de corta autonomía y maniobra más lenta que, además, deberán reabastecerse con largas paradas de recarga en la futura red de enchufes y atiborrar los depósitos de desperdicios con sus poco ecológicas baterías de desecho. Los parques oficiales duplicarán sus efectivos con coches para carretera y cochecitos para circuitos urbanos, consumiendo más neumáticos y utilizando más talleres de reparaciones y los jóvenes conductores menos previsores provocarán más atascos en las calles con sus descuidos en la recarga. El porvenir es poco alentador para el tráfico y de dudoso éxito económico en cuanto a las industrias asiáticas se apresuren a fabricar dichos cochecitos con mano de obra más barata. 

    Como todas las ingeniosas innovaciones de Zapatero, esta tampoco parece previsible que sea una fórmula prodigiosa para superar la crisis ni que vaya a satisfacer socialmente a la población mayoritaria de coche familiar único. El socialista cochecito complementario tiene más aire de humor negro de Berlanga que de plan industrial ambicioso. Añora la velocidad de la época del gasógeno antes que favorecer  una circulación de vanguardia.
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