El caso
Garzón, como pretexto. El espectáculo que están dando los bandos que utilizan el proceso abierto al juez Garzón, sonroja. Los partidarios del juez que encara ante el Tribunal Supremo tres querellas por presunta prevaricación han organizado la mundial y, nunca mejor dicho, porque han activado terminales mediáticas y políticas allende las fronteras presentando el caso como un proceso contra el único juez que se atrevió a investigar los crímenes cometidos por
Franco y sus partidarios. Omiten que la querella es por posible prevaricación y encienden los focos sobre el hecho de que uno de los querellantes es Falange Española, el partido núcleo del franquismo. Tienen
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razón al subrayar lo sarcástico de la situación, pero olvidan, deliberadamente, que a efectos judiciales, la Ley de Amnistía de 1977 zanjó la cuestión. Cosa distinta es el juicio de la Historia y, ahí, es donde procede hablar del otro bando. Porque siendo verdad que a Garzón se le va a juzgar por un posible delito de prevaricación -debería haber rechazado el caso, como él mismo resolvió en ocasión de una querella contra
Santiago Carrillo en relación con los fusilamientos de Paracuellos, basándose en la mencionada Ley de Amnistía-, no es menos cierto que les está faltando sensibilidad para recordar que una cosa es lo que dice la ley y otra lo dolorosamente irónico que resulta que quienes apoyaron a Franco, y muerto el dictador, hicieron lo posible por impedir la transición a la democracia y estén celebrando por anticipado la condena a un juez que al margen de su desmedido afán de protagonismo ha luchado para que dentro y fuera de España los crímenes políticos no quedaran impunes.
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