Resulta curioso que imágenes que son normales en cualquier democracia europea no lo sean tanto en España. Pienso, por ejemplo, en que un encuentro entre el jefe del Gobierno y el de la oposición es noticia por lo infrecuente: de hecho, hace meses que nos anunciaron ambas partes que iban a verse en La Moncloa, y hasta ahora, pese a la que está cayendo, nada. Pero hoy quiero referirme a otro caso. El de los tres tenores.
Ha suscitado lógica expectación el hecho de que
Mariano Rajoy, José María Aznar y
Rodrigo Rato coincidan en la presentación de un libro, coordinado por el ex secretario de Estado
Luis de Guindos, y ha provocado
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aún más conmoción el hecho de que los tres correligionarios, que compartieron poder entre 1996 y 2004, dieran muestras de buena sintonía y hasta se lanzasen elogios en público. Para colmo de pasmo, ¡Aznar anunció que apoyará personalmente al candidato Rajoy en su viaje hacia La Moncloa!
He dicho pasmo, sí. Porque lo lógico es que los correligionarios se apoyen, y que el antecesor ayude al sucesor en el ascenso. Pero todo el mundo sabía que el entendimiento entre el ex presidente del Gobierno y el hombre a quien él designó como su sucesor, Mariano Rajoy, era perfectamente mejorable, y puede que aún lo sea. Sin embargo, las cosas han cambiado desde el momento en el que, abandonando otras veleidades, Aznar ha vuelvo a señalar a Rajoy como único e indiscutible aspirante a encabezar las listas del PP en las elecciones generales de 2012. Seguramente, por cierto, de nuevo frente a
Zapatero -ahora, reportajes tan vez interesados dicen que su esposa,
Sonsoles Espinosa, no sería el obstáculo para que ZP lo intente de nuevo en las urnas, contra lo que algunas veces se ha dicho-: otro duelo al sol, aunque esta vez el favorecido por los sondeos sea el aspirante.
Si (
No(
