Los políticos, y la opinión pública catalana, lleva acumulando enfado desde hace más de tres años por causa de la esperada sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán. El quinto fracaso de la ponencia de los diez magistrados del TC ha vuelto a colmar el vaso de ese enfado, y la política catalana ha vuelto a endurecerse por lo que le parece una tomadura de pelo insoportable. Ahora, se abre la oportunidad de que haya una sexta propuesta y salga adelante..., o que el atasco se vuelva a producir una vez más. Y entre una y otra alternativa, a los catalanes les corresponde acudir a las urnas para renovar su Parlamento autonómico.
Así las cosas, el presidente de la Generalitat piensa que es hora de hacer algo, de que se vuelva a ver el enfado de los catalanes y de sus dirigentes políticos. ¿Cómo? Con un nuevo acto de unidad de los partidos, todos a una -o casi- contra una actitud incomprensible y reprobable, la de unos magistrados que, con muchos años de retraso, no se ponen de acuerdo en qué determinar sobre el texto aprobado por el Parlament, por las Cortes y por el
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pueblo catalán.
Montilla intentó primero que
Zapatero y
Rajoy acordaran proceder a la renovación de los magistrados "caducados" desde hace casi cuatro años, pero los dos dirigentes políticos han estado, en esta oportunidad y en esta materia, de acuerdo en esperar, una vez más, y ver en qué termina este episodio interminable e insoportable del TC.
Zapatero y Rajoy se propusieron hace un par de años proceder a esa renovación, pero no se pusieron de acuerdo en los candidatos, y cada cual culpa ahora al otro de que aquel intento de entendimiento no condujera a ninguna parte. Ahora, prefieren que el ambiente caldeado coopere finalmente a alguna clase de solución a los recursos planteados.
Pero en Cataluña no quieren esperar más y tratan de interponer alguna acción que, por lo menos, llegue al resto del país y permita deducir ese altísimo grado de enfado que origina el fracaso del TC. A Montilla se le ha ocurrido, nuevamente, recurrir a los restantes partidos catalanes y "montar un número" en el Parlamento, una vez que cosechó la negativa de Zapatero y Rajoy. Montilla, como
Mas,
Ridao,
Herrera,
Saura y restantes dirigentes políticos catalanes, tienen, de este modo, resuelta la primera papeleta de la campaña electoral catalana. Y de paso, entre todos cooperan una vez más a dejar marginado al PP, causa primera de esta situación por el recurso planteado ante el TC y por la escasa o nula voluntad de renovar a los magistrados "pasados de fecha". Montilla entiende que toda esta estrategia del PP es causa directa de un "estratega maléfico" llamado
Federico Trillo, y no es improbable que tenga la mejor información sobre el particular.
Trillo es "la cabeza pensante" de todas las cuestiones jurídicas que debe afrontar el PP, tanto procesos judiciales como proyectos de ley. Montilla abre la campaña electoral seguro de que volverá a causar grave preocupación en las instituciones españolas, seguro de que contabilizará algún punto pronacionalista, y convencido también de que cooperará a que la derrota del PP se repita entre los catalanes. Y si, de paso, ayuda a que los magistrados del TC lleguen a la conclusión de que va siendo hora de que terminen su tarea, miel sobre hojuelas...
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