Juan Antonio Samaranch dejó escritos en vida la mayor parte de los detalles de su funeral. Así determinó que sonara el himno olímpico y el Amigos para siempre, que no luciera más bandera que la olímpica de los cinco aros e incluso su foto y la corona que debían acompañar al féretro.
Por cierto que hay que destacar la profesionalidad y eficacia con que los servicios de protocolo y de comunicación así como el conjunto del personal de Presidencia de la Generalitat han afrontado este evento extraordinario e imprevisto nada menos que la víspera de la festividad de sant Jordi que ocupa gran parte de su atención.