La crispación está, principalmente, en la clase política y en los medios de comunicación. No hay crispación política en la sociedad. Solo la que, interesadamente, le transmiten aquellos.
Los políticos necesitan votos y agitan, remueven y enfrentan a la gente para que se movilice por algunas ideas o sentimientos y le voten. Los medios necesitan lectores y, haciendo el caldo gordo a aquellos, muchos montan sus espectáculos para vender. ¿Esto es ético?
Las preocupaciones, las penas y el malestar de la mayoría de los ciudadanos
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está en otra parte. En otras cosas más concretas que les preocupan y les hacen sufrir en su vida diaria. No en las luchas ideológicas y partidistas con frecuencia falsas o virtuales- en que se empeñan en mecerles muchos políticos y medios, en un contubernio indecente que hay que denunciar. Y que denunciamos.
El ambiente está demasiado cargado, en gran parte por culpa de aquel contubernio, explícito o implícito, en el que el ciudadano no tiene nada que ver pero al que, cada vez más, le cuesta respirar.
Es la gran nube de ceniza de un volcán político –de resentimientos, revisionismos y de emponzoñada memoria- que ha empezado a erupcionar.
Solo la voz tranquila del pueblo en las urnas, cada vez más urgentes, logrará apaciguar.