www.diariocritico.com
El orden social como máquina

El orden social como máquina

martes 04 de mayo de 2010, 07:52h

Hoy día se hizo muy común reclamar por el orden y un sentido de previsibilidad en la vida cotidiana, la política y la cultura. A veces, todo parece perder significación y suena con fuerza un grito de temor al escuchar que la sociedad se embarranca en el desorden y el caos. Para los sociólogos, no hay nada de qué preocuparse, sobre todo cuando se revisan una vez más los aportes teóricos del sociólogo y filósofo alemán Niklas Luhmann (1927-1998) quien consideraba fundamental establecer las diferencias con los clásicos del pensamiento social y político. Por ejemplo, afirmaba que Aristóteles formuló la pregunta ¿qué es la sociedad? Sin embargo, esta mirada se concentraba en una correlación donde no hay diferencia entre la política como estructura de determinaciones específicas, y la sociedad como red de posibilidades en el complejo mundo de las relaciones entre el ego y el alter-ego.

Para Aristóteles, la sociedad implicaba imaginar un conjunto de condiciones sin movimiento pero ordenadas en escenarios sin mayor contrariedad, donde la economía estaba delimitada en el ámbito doméstico del hogar, la política estaba en la tribuna pública de los ciudadanos griegos y la comunidad fomentaba la expansión de inclinaciones éticas para las cuales la amistad era el factor de interrelación entre los seres políticos que, a su vez, reproducían la comunidad.

Para Luhmann la pregunta importante no se refiere a qué es la sociedad, sino ¿cómo es posible el orden social? Así, buscaba las circunstancias que hacen viable que la sociedad como un todo aparezca. Esta concepción reconocía que los procesos sociales son improbables y, a pesar de esto, los hechos sociales, como medios de comunicación al interior del sistema, podían generar diversos sub-sistemas determinados estructuralmente.

Esto quiere decir que el orden social sería posible, en la medida en que podamos reconocer que todo ocurre en la sociedad bajo la forma de desplazamientos estructurales determinados en un sistema social, ya sea como resultado de la propia dinámica interna de la sociedad, o como cambios estructurales impulsados por las interacciones entre el sistema y su entorno.

El objetivo de Luhmann era mostrar que la sociología como disciplina del conocimiento tenía la capacidad de problematizar las diferentes dimensiones de la sociedad, imaginada como un servomecanismo, es decir, como una máquina que opera de manera similar a un sistema muy complejo.

En este caso, la delimitación de los problemas sociológicos fue realizada desde una concepción totalizadora por medio de la teoría de sistemas. Estos aportes filosóficos recuperan la necesidad de una “Gran teoría” que había sido desestimada luego de la crisis del paradigma marxista a comienzos de los años 90.

El hundimiento político e ideológico de la ex Unión Soviética y el orbe socialista de Europa del Este, trajo además un conjunto de enormes cuestionamientos sobre las capacidades efectivas que las ciencias sociales tenían para explicar su trabajo, sobre la base de paradigmas teóricos que funcionaran como mapas cognoscitivo-filosóficos y omni-abarcadores.

La crisis del marxismo, al haber sido “derrotado por la realidad política” de los años 90, esparció una serie de miradas micro-sociales y micro-teóricas, llegando a despreciarse casi por completo cualquier paradigma. Con esto, la crítica se convirtió en un arma destructiva y, simultáneamente, en un prejuicio anti-científico para desmerecer todo mérito a las ciencias sociales en su búsqueda o consolidación de paradigmas teórico-filosóficos para el trabajo científico.

Niklas Luhmann se apartó de esta ola de pesimismo teórico, reafirmando un optimismo en la voluntad de una ciencia social probable, a partir de concepciones sobre la totalidad del mundo considerado como un sistema. No abandonó las aspiraciones epistemológicas de los sociólogos clásicos como Max Weber y Talcott Parsons, sino que elaboró una irrenunciable crítica de sus supuestos conceptuales para proseguir en la fundamentación teórica a partir de las posibilidades otorgadas por el sistema como un todo.

Luhmann retomó la preocupación de Parsons por fundar una ciencia unificada del hombre, cuyo sistema de categorías conceptuales incorpore, por igual, al individuo y a la sociedad, es decir, a la sociología y la psicología. Empero, un problema de conocimiento puede surgir cuando en la teoría de sistemas se presenta la tendencia de la Razón a realizar una síntesis cada vez más abarcadora de varios sub-sistemas, hasta llegar a un plano donde el objetivo de conocer ya no podría ser logrado.

La idea de visualizar y entender a un sistema como sociedad mundial o global que Luhmann también anhelaba, tropieza con probables obstáculos metafísicos que distorsionarían la realidad al tratar de manifestar pensamientos totales sobre dicho sistema. Una vez más, las inclinaciones para estructurar explicaciones sobre la síntesis abarcadora de una sociedad mundial, por ejemplo, caen en los riesgos de una conciencia cosificada. Es decir, la síntesis abarcadora del sistema sería imposible de ser entendida por todos en los mismos términos, desviándose hacia una alienación donde algunos actores de los diferentes sub-sistemas utilizarían el conocimiento sistémico como un instrumento de control, dominación o justificación para contrarrestar ciertas disfunciones o conflictos, según intereses limitados.

La síntesis abarcadora del sistema dejaría de producir conocimientos científicos y, posiblemente, se convertiría en una tecnología que determine el control del orden social que se auto-refiere y auto-protege de toda amenaza. Hay, asimismo, varias orientaciones conservadoras y escépticas de Luhamnn respecto al cambio generado a partir de la voluntad de los sujetos sociales.

La sociedad está vaciada de sujetos con visiones subjetivas y voluntaristas que se muevan dentro del sistema. Para Luhmann no se trata de pensar en quién finalmente domina la naturaleza, la descifra y controla sus movimientos, sino quién es capaz de mirar de frente y aceptar, tal cual, el sistema como un orden de equilibrios autogenerados, más allá de cualquier inter-subjetividad.

Cuando la sociología se transforma en una teoría del sistema en el sistema, reduce sus alternativas de conocimiento a las preocupaciones que hagan predecible la conciencia individual pues, precisamente para que haya un orden social, las conductas humanas deben funcionar como factores predecibles, lo cual supone una codificación de funciones e información en el sistema. Esto es facilitado por la sociología como reflexión sobre las condiciones de posibilidad del orden social que nunca va a desaparecer. El orden social siempre estará conectado a la integración del sistema y la integración social.

Desde esta perspectiva teórica, todo sistema social es constitutivamente conservador; aunque el cambio existe y puede ser previsto, no es susceptible de liderazgo por medio de acciones voluntaristas y planificadas, sino que es parte de la evolución y contingencia dentro del sistema y su entorno.

Las ideas de Luhmann coinciden con las visiones del orden político que está determinado por el funcionamiento de un sistema de dominación y relaciones sociales desiguales, caracterizadas por los conflictos de clase y las pugnas por una también desigual distribución de autoridad. Sin embargo, para el orden político es mucho más relevante la auto-referencia y preservación que otro tipo de aproximaciones desde la teoría del actor y las alternativas revolucionarias de cambio.

En la concepción del orden político, las revoluciones son siempre muy escasas y mucho más raros son los fenómenos de reforma. Al igual que Luhmann, para el orden político las sociedades simplemente se mueven y desplazan en maneras que no necesariamente pueden ser reformistas o revolucionarias. El orden se manifiesta como reordenamientos funcionales del sistema en su búsqueda por auto-equilibrarse, de acuerdo con ciertos mecanismos como la modernización y la estabilidad.

Si a esto agregamos el concepto de poder, se detecta que éste no es ni causalidad, ni tampoco un juego entre oponentes, sino que el poder para Luhmann es un medio de comunicación simbólicamente generado y guiado por códigos para ser transmitidos según las necesidades del sistema y la complejidad. El orden político nunca es alterado, porque es dentro del movimiento del poder como código de comunicación que se transmiten mensajes y acciones hacia el ego dominado, dando una direccionalidad específica a los deseos de cambio.

El poder es transformado en un supuesto inevitable cuyo ejercicio puede ser instrumentalizado por algunos actores racionales que buscan sistemáticamente su control, e instrumentalizan los criterios del orden-sistema para restringir las alternativas de escape o insubordinación hacia el poder. Una lectura luhmanniana del Leviatán de Thomas Hobbes permitiría afirmar que el poder no es nunca una posibilidad, sino todo lo contrario, la excusa para encontrar el momento específico de atraparlo, entenderlo, preservarlo y utilizarlo constantemente, en la medida en que el orden social y político se inter-penetran como un sistema dotado de racionalidad para su organización y dominación.

Franco Gamboa Rocabado, sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program, [email protected]

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios