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Tarea para intelectuales españoles

Tarea para intelectuales españoles

miércoles 05 de mayo de 2010, 13:46h

El hecho de que un nuevo Estatuto de Autonomía votado en Referéndum por el pueblo, aprobado por el Parlamento autonómico, por el Congreso de los Diputados y el Senado, haya sido denunciado al Tribunal Constitucional y todavía se halle en entredicho, y la prolongada e incomprensible espera de casi 4 años de una sentencia, ha herido la moral de la ciudadanía catalana. Y no sólo eso, sino que ha echado por tierra aquella buena disposición de ánimo para una conllevancia entre Cataluña y España, que renació en los primeros tiempos de la democracia.

Por razones personales y familiares, el tema de las relaciones, siempre dialécticas y a menudo alteradas, entre pueblos del tablero hispánico, lo he abordado en múltiples artículos de opinión y en varios libros, durante más de 40 años. Hasta hoy, he unido mis esfuerzos, intelectuales y afectivos, a quienes desde cada uno de los términos del binomio Cataluña-España han ido tendiendo puentes de diálogo, con el propósito de lograr un entendimiento y un respeto mutuos. En este cometido hay que evocar, por parte catalana, a varias figuras con vocación cívica: los poetas Joan Maragall, a principios del siglo pasado, y Salvador Espriu, ya en los años setenta. A ellos se suman dos eximios ensayistas, como Maurici Serrahima y Josep Ferrater Mora, y un soberbio historiador, Jaume Vicens Vives. De Espriu, celebramos en este año 2010 el centenario de su nacimiento, y su gran poema cívico La Pell de Brau ha vuelto a la actualidad como un referente para la reflexión. Nos encontramos también en pleno centenario de Vicens Vives, cuya Noticia de Cataluña reveló a los españoles ciertos atributos de ser catalán y algunos valores de interpretación de su idiosincrasia.

Por parte española, vienen a la memoria las valiosas, y a la par polémicas, contribuciones de Miguel de Unamuno, Pedro Laín Entralgo, Julián Marías y José Luís L. Aranguren. Cada uno de ellos a su manera trató de entrar en el vidrioso tema de las relaciones entre pueblos hispánicos distintos. Con diversa intención y con varia fortuna, pero lo destacable es que se ocuparon a fondo de este eterno contencioso, sobre todo en los aspectos lingüístico, histórico y cultural.

Hace ya mucho tiempo que el silencio de los intelectuales independientes no alineados en la lucha partidista, ha sucedido a aquella etapa fructífera en planteamientos reflexivos y en plataformas de comunicación, en plena dictadura franquista. Como catalán, me formulo hoy dos preguntas tan básicas como inquietantes. Primera: ¿Es que en España nadie se ha percatado de que el fenómeno independentista está creciendo como nunca en Cataluña?. Segunda: ¿No tiene nada que decir el estamento pensante español ante este fenómeno civil, que puede acabar con la "sagrada" unidad de España?

Hasta ahora sólo una prensa alarmista y a menudo indocumentada ha reaccionado ante la situación creada en Cataluña. Ciertos medios han practicado los deportes verbales de la burla y la descalificación del clima separatista catalán, pero sólo eso. No han sido capaces de analizar en profundidad la relación actual entre España y Cataluña, ni de proponer nuevas fórmulas para el encaje en España del hecho nacional catalán. Si de verdad se quiere salvar la convivencia pacífica entre los pueblos peninsulares, la intelectualidad española, combinando inteligencia e imaginación, debe tratar de proponer nuevos escenarios políticos, y sobre todo estrenar nuevas actitudes cívicas de comprensión y diálogo, previas a la articulación de una estructura política satisfactoria.

Este es sin duda un trabajo propio del estamento pensante de la sociedad. La sustentación de los puentes de diálogo -decía Aranguren- es una tarea rigurosamente intelectual y, por ende, propia de los cultivadores del pensamiento y de la cultura.

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